Ya he mencionado antes que el Apocalipsis tiene varios temas. Este es uno de ellos: Juan oye algo, luego mira y ve lo que realmente significa (esto también sucedió en Apocalipsis 5:5-6).
Juan oye el número de los sellados-144.000 de las tribus de Israel-pero la lista no es la que esperaríamos. Judá, no Rubén, aparece en primer lugar, señalando a Cristo como el verdadero primogénito, el León de Judá (Génesis 49:10, Apocalipsis 5:5). Falta Dan, debido a su historia de idolatría (Jueces 18:30-31), y Efraín, asociado con la rebelión (Oseas 4:17-19), es reemplazado por José, enfatizando la fidelidad sobre la herencia. Se incluye a Leví, la tribu sacerdotal, aunque no tenía herencia de territorio, lo que enfatiza la naturaleza sacerdotal de esta nueva lista, separando la lista del territorio en sí. No se trata de una lista ordinaria de las tribus de Israel, sino de un Israel reordenado y transformado, el verdadero Israel, que apunta hacia la plenitud del pueblo de la promesa de Dios en Cristo (Romanos 11:25-26).
Entonces Juan mira y lo que oye como 144.000, lo ve ahora como una gran multitud que nadie podría contar, de todas las naciones. El número 144,000 se entiende ahora como, 12 multiplicado por 12 (los santos del Antiguo Testamento y los santos del Nuevo Testamento) ¡todos multiplicados mil veces! Este es el verdadero pueblo de Dios, no definido por la etnicidad sino por la redención del Cordero, el verdadero Israel (Romanos 2:28-29). Esta visión cumple la promesa de Dios a Abraham: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). El remanente sellado de Israel encuentra su cumplimiento en la iglesia mundial, el solo nuevo hombre en Cristo, no dos (Efesios 2:14-16).
Este pasaje nos recuerda que Dios está construyendo Su Reino por medio de Cristo, no por medio de naciones terrenales o linajes (Juan 1:12-13). El Evangelio es invencible. Aunque el mundo se enfurezca y se oponga al reino de Cristo, Su pueblo está sellado y Su iglesia no fallará (Mateo 16:18). Ya sea a través de la persecución o la prueba, nos mantenemos firmes, contados entre los que un día estarán ante el trono, vestidos de blanco. El Cordero ha vencido, y su pueblo redimido -judíos y gentiles juntos- lo alabará para siempre. ¿Quién puede contarlos? Sólo Dios.