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Devocional 28 Febrero 2025

February 28, 2025 • Steve Torres
"Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos."(Apocalipsis 7:13-17, RVR1960)

Juan no era ajeno a la tribulación. Cuando escribió el Apocalipsis, se identificó a sí mismo como “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9). Ya sufría por su fe, exiliado en Patmos por proclamar la palabra de Dios. Las siete iglesias a las que se refieren los capítulos 2 y 3 se enfrentaban a persecuciones, falsas enseñanzas y luchas espirituales. Sin embargo, en la visión de Apocalipsis 7, a Juan se le muestra una promesa: los que resistan saldrán de la gran tribulación, purificados y victoriosos.

La frase “salen de la gran tribulación” (Apocalipsis 7:14) no se refiere a un acontecimiento único en el futuro, sino que describe una realidad continua. La Iglesia, en todas las épocas, pasa por tribulaciones. Los fieles no escapan al sufrimiento, pero salen de él, refinados gracias a la resistencia. Jesús advirtió a sus discípulos que serían odiados, perseguidos e incluso ejecutados por su nombre (Mateo 24:9). Sin embargo, la promesa es clara: los que permanezcan firmes serán llevados a la presencia de Dios, vestidos de blanco, cobijados por su gracia.

Las recompensas descritas en Apocalipsis 7:15-17 cumplen directamente las promesas dadas a las siete iglesias. Éfeso está disfrutando de la vida eterna después de la tribulación (Apocalipsis 2:7). A la iglesia de Sardis se le dijo que los vencedores serían “vestidos con vestiduras blancas” (Apocalipsis 3:5), y aquí vemos a los fieles ataviados con ropas blancas. A Filadelfia se le prometió que los victoriosos serían hechos columna (Apocalipsis 3:12) en el templo de Dios y a Pérgamo se le dijo que comerían del maná escondido que está en el arca en el templo (Apocalipsis 2:17), y en esta visión, los redimidos “le sirven día y noche en su templo” (Apocalipsis 7:15). Tiatira es cobijada por el que está en el trono (Apocalipsis 2:25) El sufrimiento de Esmirna terminaría, pues “ya no tendrán hambre ni sed” (Apocalipsis 7:16), y Laodicea, antes ciega y pobre, sería guiada por el Cordero a “fuentes de agua de vida” (Apocalipsis 7:17).

Estas promesas no son sólo para las iglesias de la época de Juan. Las siete cartas representan a iglesias de toda la historia, cada una de las cuales se enfrenta a pruebas diferentes. Del mismo modo, la gran tribulación no se limita a un periodo, sino que abarca toda la era de la lucha de la Iglesia contra las tinieblas. Sin embargo, así como la tribulación es continua, también lo es la promesa de liberación. Los que resistan, en cada generación, estarán ante el trono, victoriosos no por sus propias fuerzas, sino porque han sido lavados en la sangre del Cordero.

Esta visión nos recuerda que el sufrimiento no es el final de la historia. El camino de la tribulación conduce al triunfo. Aquel que nos llama a soportar es el mismo que enjugará toda lágrima (Apocalipsis 7:17). Al leer la noticia de la muerte de otros de nuestros hermanos y hermanas por el nombre de Cristo, recordamos que, sean cuales sean las pruebas a las que se enfrente la Iglesia, nos aferramos a la promesa de que también nosotros compareceremos ante el trono, revestidos de la justicia de Cristo, y nunca más volveremos a tener hambre, sed ni llanto.

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