Cuando suena la tercera trompeta, una estrella ardiente -el Ajenjo- cae del cielo, convirtiendo las aguas en amargas y mortales. Sabemos que esto no es una estrella literal. Si una estrella literal cayera del cielo todo el sistema solar seria destruido no solo un tercio de las aguas de la tierra.
El Antiguo Testamento utiliza una y otra vez el ajenjo como símbolo del juicio divino. En Jeremías 9:15, Dios declara: “Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que a este pueblo yo les daré a comer ajenjo, y les daré a beber aguas de hiel. “. En Lamentaciones 3:19, el ajenjo se relaciona con el sufrimiento y la aflicción. Es el sabor del juicio, la amargura de las consecuencias de la rebelión. (Deuteronomio 29:18, Proverbios 5:4, Jeremías 23:15). Lo que pensaban que les daría alegría y vida -el agua que da el mundo- se convierte en fuente de amargura y muerte.
Esta trompeta de juicio se corresponde con la destrucción ardiente que la ha precedido. La estrella arde como una antorcha al caer, un recordatorio aterrador de la ira consumidora de Dios. Las aguas amargas reflejan la corrupción de quienes lo han rechazado: en lugar de agua viva, beberán la muerte. (Romanos 1:18-32)
Jesús ofrece agua viva. (Juan 4:14). El agua de este mundo es un veneno mortal, pero el agua que Jesús da levanta los muertos a vida.
Este pasaje es una advertencia. Este toque de trompeta revela el costo de rechazar a Cristo. El mundo persigue sus propios deseos, bebiendo profundamente de manantiales que sólo pueden matarlos.
¿Beberemos de las aguas amargas de este mundo, o vendremos a Cristo y beberemos profundamente del pozo de la salvación? “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apocalipsis 22:17)