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Devocional 10 Marzo 2025

March 10, 2025 • Steve Torres
"El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo. 2Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo." (Apocalipsis 9:1-2, RVR1960)

La destrucción de Jerusalén no fue sólo física, sino también espiritual. Por generaciones, el pueblo judío había visto el templo como su fortaleza de protección - el lugar donde la presencia de Dios reposaba y donde la oscuridad no tenía dominio. Sin embargo, Jesús advirtió que esta protección sería eliminada. En Mateo 23:38, declaró: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. El templo, que una vez fue el faro de la presencia de Dios, se convertiría en una ruina hueca, abandonada a las fuerzas espirituales de la corrupción y el caos.

La visión de Juan en Apocalipsis 9 revela lo que sucede cuando se retira la presencia protectora de Dios. Una estrella cae del cielo, símbolo de las fuerzas demoníacas. A este ser se le da la llave del abismo, un reino de la maldad espiritual. El humo se dispersa como una nube sofocante, oscureciendo el cielo y ahogando la luz. No se trata de una destrucción ordinaria; es el signo de una ciudad abandonada por Dios, donde se permite que reine el mal.

Esta imagen aterradora refleja lo que Pablo advirtió en Romanos 1:24, donde Dios “los entregó” a su propio pecado. Cuando la gente lo rechaza persistentemente, Él no fuerza su presencia sobre ellos. En lugar de eso, se retira y las tinieblas se precipitan en su lugar. Este es el verdadero horror del juicio: no sólo fuego y ruina, sino abandono espiritual.

El pueblo judío veía el templo como la última fortaleza espiritual, el lugar donde habitaba la presencia de Dios, la luz que mantenía a raya las tinieblas espirituales. Sin embargo, Jerusalén había rechazado a su Mesías. Aquel que vino a salvarlos había llorado sobre la ciudad, advirtiéndoles de la destrucción que se avecinaba (Lucas 19:41-44). Cuando llegó ese día, las consecuencias no fueron sólo la derrota militar o el colapso social, sino la ruina espiritual. La ciudad que una vez había sido luz para las naciones se convirtió en una sombra humeante de sí misma. El templo, que antaño había sido la morada de Dios, se convirtió en un monumento a lo que sucede cuando Su presencia se aleja.

Esta verdad estremecedora nos obliga a buscar a Dios con fervor. Al igual que la caída de Jerusalén fue una advertencia para los que rechazan a Cristo, también es un recordatorio para los que le siguen: dependemos totalmente de Su presencia. Sin Él, somos vulnerables al humo sofocante del pecado y la confusión. Pero en Cristo, hay luz que no puede ser vencida.

Jesús declaró: “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12). Su presencia es nuestro refugio, nuestra claridad y nuestra esperanza. Cuando le seguimos de todo corazón, permanecemos bajo su luz inquebrantable.

Hoy, deja que este pasaje te impulse a buscar a Dios fervientemente. No dejes que tu corazón se enfríe ni que tu devoción se vuelva rutinaria. Acércate a Él, porque sólo Él es tu seguridad. La oscuridad es real, pero la luz de Jesús es más fuerte. Búscalo ahora - y mantente firme en Su presencia que ninguna oscuridad puede vencer.

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