# MOVED HERE!

Devocional 11 Marzo 2025

March 11, 2025 • Steve Torres
"Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes. Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos. El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones; tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses. Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión." (Apocalipsis 9:3-11, RVR1960)

Las langostas descritas en Apocalipsis 9 no son insectos ordinarios. A diferencia de las nubes de langostas que devoran campos y bosques, a estas langostas se les prohíbe dañar la vegetación. En cambio, se les da poder para atormentar a los que no tienen el sello de Dios. Su comportamiento antinatural refleja la horrible realidad espiritual que se apoderó de Jerusalén durante su asedio.

Durante el asedio romano a Jerusalén, la ciudad no sólo sufrió destrucción física, sino también tormento espiritual. Las legiones romanas, a menudo asociadas con el falso dios Apolo -que era representado con una corona de rayos de oro como las “coronas de oro” descritas en Apocalipsis 9:7- invadieron Jerusalén como una plaga de langostas. El asedio duró cinco meses, coincidiendo con el periodo de tormento descrito en Apocalipsis 9:5. Los que quedaron atrapados en el interior se enfrentaron a un sufrimiento indescriptible: el hambre, las luchas internas y la desesperación consumieron la ciudad como si escorpiones hubieran picado sus propias almas.

Roma había prometido paz, jactándose de su Pax Romana, una estabilidad que, según afirmaban, permanecería gracias a la fuerza romana. Apolo, a menudo invocado como símbolo de la iluminación y el orden, representaba este ideal. Sin embargo, el tormento de Jerusalén dejó al descubierto que esa promesa era vacía. La paz que ofrecía Roma era frágil y se basaba en el poder y la intimidación. En cambio, Jesús ofrece una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz que no depende de las circunstancias terrenales (Juan 14:27; Filipenses 4:7). Mientras que la paz de Roma se basaba en la conquista, la paz de Cristo se establece mediante Su sacrificio, asegurando la esperanza eterna para aquellos que confían en Él.

Este tormento tenía límites. Las langostas sólo podían dañar a los que no tenían el sello de Dios (Apocalipsis 9:4). Para los creyentes, éste es un poderoso recordatorio de la misericordia y la protección de Dios. Incluso en medio del juicio, Dios preserva a su pueblo. Los que pertenecen a Cristo - marcados no con un sello físico, sino con el Espíritu Santo. (Efesios 1:13)

Rechazar la llamada de Dios acarrea consecuencias devastadoras. Sin embargo, para los que se agarran de Cristo, hay esperanza. Mientras la falsa paz de Roma se desmorona en el miedo y el tormento, Jesús sigue siendo el Príncipe de la Paz, gobernando con amor y autoridad. Si te sientes atormentado, atrapado o abrumado por el peso de las luchas de la vida, deja que este pasaje te recuerde que debes buscar a Aquel que da la verdadera paz. Aunque el mundo se enfurezca, Jesús es el Buen Pastor que guarda su rebaño, y ningún poder de las tinieblas puede arrebatárselo de la mano (Juan 10:28). Su paz es la verdadera paz que persiste cuando todo lo demás falla.

Share this post: