La bestia de Apocalipsis 13 refleja el poder y la crueldad de Roma. Con elementos semejantes a los imperios descritos en la visión de Daniel (Daniel 7), Roma encarnaba el orgullo de Babilonia, el dominio de Persia y la influencia cultural de Grecia. Su herida aparentemente mortal -el caos que siguió al asesinato de Julio César- parecía amenazar su supervivencia. Sin embargo, Roma revivió bajo Tiberio, inspirando admiración en todo el mundo conocido. Tan poderosa era la influencia de Roma que los judíos, durante el juicio de Jesús, gritaron: “No tenemos más rey que el César” (Juan 19:15).
Pero a la bestia se le conceden tres años y medio para gobernar, es decir, un gobierno limitado. Este número simboliza lo incompleto. No era el siete, el símbolo de la plenitud divina, sino un gobierno limitado que terminaría.
Como los emperadores de Roma exigían culto -algunos incluso pretendían la divinidad-, los creyentes se enfrentaron a una persecución implacable. Nerón, y más tarde Domiciano y otros trataron de aplastar esta nueva fe. Sin embargo, el mandato al pueblo de Dios seguía siendo claro: perseverar. Tanto si se enfrentaban a la cárcel, a la violencia o incluso a la muerte, los cristianos estaban llamados a mantenerse firmes en su fe.
Puede que las “bestias” de hoy no lleven coronas ni se sienten en tronos, pero siguen exigiendo lealtad. Los sistemas corruptos, las presiones culturales o las ideologías hostiles a la verdad de Dios pueden desafiar nuestra fe. Sin embargo, el mensaje del Apocalipsis sigue siendo cierto: los santos deben resistir, ya sea en la comodidad o en la dificultad, debemos permanecer firmes, confiando en que el reino de Dios sobrevivirá a todo poder terrenal. (Filipenses 4:11-13)
Mantente firme. Ninguna bestia, ningún imperio, ninguna amenaza puede prevalecer sobre la victoria asegurada en Cristo.