Apocalipsis 15:1-4 presenta una escena triunfante, que recuerda la victoria de Israel en el Mar Rojo. Los fieles están ante Dios, victoriosos sobre la bestia, cantando el cántico de Moisés y el cántico del Cordero. Al igual que Israel fue reunido como un ejército antes de su gran liberación, así también los creyentes se reúnen en la victoria, no a través de la fuerza terrenal, sino a través del poder de Dios.
Este pasaje nos recuerda la fidelidad del pacto de Dios. El cántico de Moisés se entonó después de que Dios liberara a Israel de Egipto (Éxodo 15), y ahora, en el Apocalipsis, el cántico se renueva para celebrar una liberación aún mayor: el triunfo del reino de Cristo. La referencia a todas las naciones que acuden a adorar a Dios apunta al cumplimiento de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), a medida que el Evangelio avanza, conquistando corazones y sometiendo a todos los pueblos al reino de Cristo, tal como se prometió en el Salmo 2 y en Daniel 7.
Como creyentes, no somos meros observadores pasivos; formamos parte del reino de Dios que avanza. Somos más que vencedores (Romanos 8:37), no por la fuerza, sino por la fidelidad. La batalla se libra con la Palabra de Dios, la espada del Espíritu (Efesios 6:17). El “cántico” que entonamos es la proclamación del Evangelio: la proclamación de las poderosas obras de Dios y de su justo reinado sobre toda la tierra.
Que este pasaje nos lo recuerde: estamos en la victoria porque Cristo ha vencido. Las naciones se enfurecen, pero al final se postrarán ante el Señor. Hasta ese cumplimiento final, marchamos hacia adelante, cantando la verdad de la Palabra de Dios, sabiendo que el reino de Cristo prevalecerá.