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Devocional 03 Abril 2025

April 03, 2025 • Steve Torres
"Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles." (Apocalipsis 15: 5-8, RVR1960)

Cuando Apocalipsis 15 llega a su fin, vemos una sorprendente visión de siete ángeles que salen del santuario de la tienda del testimonio. No son ángeles ordinarios; están vestidos con ropas sacerdotales, igual que Jesús en Apocalipsis 1. Este detalle los relaciona con el creyente fiel. Este detalle los relaciona con los creyentes fieles -el pueblo santo de Dios- que han sido purificados por la sangre del Cordero y a los que ahora se les ha confiado una misión divina.

La frase “templo del tabernáculo del testimonio” no se refiere simplemente al templo, sino al Lugar Santísimo, el lugar donde la presencia de Dios moraba sobre el propiciatorio. Este término, “propiciatorio”, es el mismo utilizado en 1 Juan 2:2, donde Jesús es llamado la “propiciación” por nuestros pecados. Así como en el antiguo pacto el sumo sacerdote rociaba sangre ante el propiciatorio para expiación (Levítico 16:14), ahora estos mensajeros purificados emergen, no para ofrecer sangre para expiación, sino para derramar el juicio de Dios sobre los que han rechazado a Cristo.

Esta imagen subraya la transición de la antigua pacto a lo nuevo. El templo físico ha sido sustituido por uno espiritual: la Iglesia, el pueblo redimido de Dios (1 Pedro 2:5; Efesios 2:21-22). Así como la presencia de Dios llenaba el tabernáculo (Éxodo 40:34-35) y el templo de Salomón (2 Crónicas 7:1-2), también Su presencia llena este nuevo templo. Pero este llenado no es sólo para bendecir, sino también para juzgar. El sistema del antiguo pacto, que rechazó a Cristo, se enfrenta ahora a la ira divina.

Este pasaje nos recuerda que, al proclamar el Evangelio, no sólo ofrecemos un mensaje de salvación, sino que también anunciamos el juicio de Dios contra un mundo que se niega a someterse a Jesús como Cristo. Mientras Cristo reina sobre las naciones (Salmo 2, Daniel 7), nosotros, su ejército santo, marchamos hacia adelante con la espada del Espíritu (Efesios 6:17), declarando tanto su misericordia como su justicia. El mensaje del Evangelio es vida para los que creen, pero para los que lo rechazan es el anuncio de su perdición (2 Corintios 2:15-16).

Mantengámonos, pues, firmes en nuestra vocación, sabiendo que la presencia de Dios nos precede. Anunciamos tanto la salvación como el juicio, sabiendo que, al final, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor (Filipenses 2:10-11).

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