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Devocional 04 Abril 2025

April 04, 2025 • Steve Torres
"Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen." (Apocalipsis 16:2, RVR1960)

Al derramarse la primera copa del juicio, vemos un sorprendente paralelismo con las plagas de Egipto, en particular la sexta plaga en la que las llagas afligieron a los egipcios (Éxodo 9:8-12). Este juicio también recuerda la primera trompeta de Apocalipsis 8:7, donde el fuego y el granizo convierten en cenizas un tercio de la tierra. Ahora, lo que antes estaba oculto bajo la superficie -la corrupción oculta- comienza a manifestarse visiblemente. Las llagas simbolizan una enfermedad espiritual que ha estado pudriéndose durante mucho tiempo dentro de los que siguen a la bestia, y que finalmente se revela en una aflicción innegable.

Apocalipsis 8:3-5 nos recuerda que los juicios que se desarrollan en este libro son en respuesta a las oraciones de los santos. Al igual que el incienso en el templo celestial asciende ante Dios, los gritos del pueblo de Dios pidiendo justicia son escuchados. El ejército del Señor, que una vez estuvo junto al “mar ardiente” en Apocalipsis 15:2, avanza ahora, no con espadas de acero, sino con la espada del Espíritu (Efesios 6:17): la Palabra de Dios. Este momento es un nuevo Éxodo, pero esta vez no se trata de una salida del Egipto físico, sino del Egipto espiritual-Jerusalén en rebelión (Apocalipsis 11:8). El reino de Dios avanza y, al hacerlo, pone al descubierto la corrupción del sistema mundial.

Las llagas no aparecen al instante; son la culminación de una enfermedad que ya ha echado raíces. Del mismo modo, a medida que avanza el Evangelio, queda al descubierto la verdadera naturaleza de la rebelión del mundo contra Dios. El mundo se presenta como iluminado, progresista y libre, pero bajo la luz de la verdad, se revela como un sistema de decadencia, engaño y muerte. Como dice Juan 3:19-20: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.”

Estamos llamados a ser portadores de esta luz, no para destruir, sino para revelar la verdad y llamar a la gente al arrepentimiento antes de que las llagas del pecado los consuman. La belleza del mundo es sólo superficial: bajo ella se esconde la corrupción de un sistema que se opone a Dios. Pero cuando su pueblo proclama el Evangelio, la verdad se manifiesta. Mantengámonos firmes en el avance de Su reino, sabiendo que incluso cuando el juicio es revelado, la misericordia de Cristo permanece disponible para aquellos que se conviertan y crean.

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