Este juicio de la quinta copa se hace eco de la quinta trompeta (Apocalipsis 9:1-11) y apunta al corazón mismo del reino de la bestia. Puesto que entendemos que la bestia es Nerón y la propia Roma, como hemos dicho antes, esta copa que se derrama sobre “el trono de la bestia” encaja con el colapso histórico que siguió al suicidio de Nerón en el año 68 d.C.. El Imperio Romano se sumió en el caos durante el “Año de los Cuatro Emperadores”, y la oscuridad espiritual y la inestabilidad política que siguieron arrojaron una larga sombra sobre el imperio.
Al mismo tiempo, en Judea, la campaña de Vespasiano contra la revuelta judía conduciría a la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C.. El hecho de que tanto el templo de Júpiter en Roma como el templo de Jerusalén fueran destruidos en un breve periodo de tiempo subraya el colapso del antiguo orden mundial, tanto del sistema judío como del gentil que había rechazado a Cristo. El juicio cayó no sólo sobre Israel, sino también sobre los poderes gentiles a los que se habían dirigido en lugar de a Dios (Juan 19:15).
Sin embargo, la respuesta a estos juicios no fue el arrepentimiento, sino el desafío. Como dice Apocalipsis 16:11, “maldijeron al Dios del cielo… No se arrepintieron de sus obras”. Ni siquiera el sufrimiento y el caos lograron humillarlos. Esto nos recuerda la parábola de Jesús en Lucas 16:31-los que rechazan la Palabra de Dios no serán convencidos ni siquiera por milagros o catástrofes.
Este pasaje nos advierte que no debemos suponer que el sufrimiento por sí solo hará que los corazones se vuelvan hacia Dios. Sólo el Espíritu, obrando a través de la Palabra, trae el verdadero arrepentimiento. Es Dios quien nos da la capacidad de arrepentirnos. Debemos proclamar que Cristo es Rey y que su Reino avanza, y que el juicio es una llamada al arrepentimiento. Como Su pueblo, llevamos ese mensaje con valentía, incluso cuando el mundo cruje los dientes contra Dios mientras camina en la oscuridad.