Justo en medio del juicio de Dios, este versículo casi interrumpe la narración, pero lo hace con un propósito. Es la voz de Jesús, que recuerda a sus seguidores que deben estar alerta y preparados. El lenguaje de permanecer despiertos y guardar “sus ropas” no era aleatorio para los oyentes del primer siglo. Reflejaba la práctica de la guardia del templo de Jerusalén, que era revisada durante sus turnos nocturnos. Si el guardia era sorprendido durmiendo una vez, era golpeado; si era sorprendido por segunda vez, sus ropas eran quemadas -era expuesto y avergonzado.
En esa tradición, podemos ver una advertencia profética específica a Jerusalén, el hogar del templo. La primera vez que Roma llegó a Jerusalén bajo Vespasiano, Judea resultó herida pero se libró de la destrucción total. Cuando Nerón murió, Vespasiano se marchó para ocupar el trono, y con él se fue la amenaza inmediata. Pero cuando Tito regresó más tarde, llegó el juicio final. Jerusalén, como una guardia dormida sorprendida desprevenida, quedó al descubierto. El Templo -el orgullo y el corazón de Jerusalén- fue completamente destruido.
Pero Jesús ya había advertido a sus discípulos en Lucas 21:20-21, diciendo: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes…”. Los fieles creyentes reconocieron el asedio inicial de Vespasiano como la señal que Jesús había predicho. No se demoraron. Mientras que otros podrían haber interpretado la pausa en la agresión romana como una victoria, los cristianos discernieron el momento y actuaron. Huyeron de Jerusalén antes de que Tito regresara. Cuando llegó la ola final del juicio, ya se habían ido. Eran los que habían permanecido despiertos. Habían guardado sus vestiduras -figurativa y espiritualmente- y no estaban expuestos a la ira.
Este versículo nos recuerda que el juicio de Dios es justo, y Su misericordia es oportuna. Pero siempre debemos estar alerta. El mundo puede parecer estable durante una temporada, pero la llamada a vivir fielmente y proclamar la verdad nunca se detiene. El día del Señor llega como un ladrón, y sólo los que estén despiertos estarán preparados.
Vivamos con los ojos abiertos, los corazones preparados y las vestiduras puestas, listos para huir de la ciudad de la destrucción y entrar en la ciudad eterna de la paz.