En estos versículos vemos un cuadro vívido y trágico. Jerusalén, que en otro tiempo debía ser una luz para las naciones, aparece sentada sobre “muchas aguas”, que representan a los pueblos, naciones y lenguas. En lugar de atraer a las naciones hacia Dios, hizo que Su nombre fuera blasfemado entre ellas (Romanos 2:24). Su compromiso con los poderes mundanos, especialmente con Roma, condujo a su caída final.
La “bestia” -Roma- persiguió a los cristianos bajo Nerón. Pero ahora, en un giro dramático, se vuelve contra Jerusalén. Las imágenes del juicio que Juan utiliza aquí son ricas en ecos del Antiguo Testamento. La “desolación” evoca la advertencia de Jesús sobre la “abominación desoladora” (Mateo 24:15; Daniel 9:26-27). Históricamente, esto se cumplió cuando Eleazar ben Ananus, líder zelote y capitán del Templo, convenció a los sacerdotes de que dejaran de ofrecer sacrificios por Roma y el emperador en el año 66 d.C. Josefo relata que los zelotes profanaron el Templo, utilizándolo como cuartel militar. Al ver estas señales, los cristianos recordaron las palabras de Jesús y huyeron de la ciudad antes de su destrucción final.
La “desnudez” simboliza la exposición de la prostitución espiritual de Jerusalén. Al igual que Jezabel, que llevó a Israel a la idolatría, fue abatida y devorada (2 Reyes 9:30-37), Jerusalén también sería totalmente expuesta y juzgada. Además, según la ley levítica, la hija de un sacerdote que se prostituyera debía ser quemada con fuego (Levítico 21:9). Aquí, Jerusalén es juzgada de acuerdo con la misma Ley que decía mantener.
Es importante destacar que todo esto sucedió según el plan soberano de Dios. Apocalipsis 17:17 nos recuerda que Dios puso en el corazón de las naciones el cumplimiento de Su palabra. La destrucción no fue meramente política; fue un juicio divino sobre la infidelidad al pacto.
La fidelidad a Dios nunca debe verse comprometida por el poder o la comodidad mundana. Así como la vieja Jerusalén fue juzgada por su infidelidad, también nosotros estamos llamados a permanecer firmes, confiando en Cristo y negándonos a prostituir nuestra fe por ganancias terrenales. ¿Hay áreas en las que hemos comprometido nuestra fe por seguridad o aceptación? ¿Vives como una luz para las naciones, señalando a Cristo en lugar de confiar en los sistemas mundanos? ¡Que nuestro testimonio sea siempre la verdad de Cristo!