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Devocional 25 Abril 2025

April 25, 2025 • Steve Torres
"Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía."(Apocalipsis 19:10, RVR1960)

Juan, conmovido por la visión que recibe, cae a los pies del ángel que se la entregó. La palabra traducida aquí como “adorar” implica una profunda reverencia -quizá parecida a la de alguien que se inclina ante un rey o un dignatario-, más que una devoción idólatra. Pero el ángel le corrige rápidamente, no con dureza, sino con una profunda verdad: “Soy consiervo tuyo y de tus hermanos”.

No es una afirmación de poca importancia. El ángel se pone en pie de igualdad con Juan y con la Iglesia. En una sola frase, el ángel afirma un cambio sísmico en la historia redentora. Bajo el Antiguo Pacto, el mensaje de Dios llegaba a través de ángeles, profetas y símbolos. Como nos recuerdan Hebreos 2:2 y Gálatas 3:19, la ley se impartía por medio de ángeles. ¿Pero ahora? Ahora somos nosotros a quienes se nos confía el mensaje de Dios.

Moisés anheló una vez que todo el pueblo de Dios pudiera profetizar (Números 11:29). Joel profetizó un día en que los hijos e hijas hablarían la Palabra de Dios. Pedro, en Pentecostés, declaró que ese día había llegado (Hechos 2:17). El Espíritu mora ahora en cada creyente. 1 Juan nos recuerda que todos somos ungidos (1 Juan 2:20), y 1 Pedro 1:10-12 nos dice que incluso los ángeles anhelaban comprender lo que ahora se revela a través de nosotros.

Nosotros, la iglesia, ahora hablamos el testimonio de Jesús-no meramente como palabras acerca de Él, sino como Su cuerpo viviente. Él es el Espíritu de profecía. Él es la Palabra hecha carne, el cumplimiento de cada susurro del Antiguo Testamento, cada promesa, cada sombra.

Aún más asombrosa es la declaración de Pablo en 1 Corintios 6:3 de que juzgaremos a los ángeles. Efesios 6 nos recuerda que no luchamos contra la carne y la sangre, sino contra poderes espirituales. No somos observadores pasivos en esta batalla cósmica. Somos mensajeros de Dios -Sus ángeloi- enviados para declarar el reino de Cristo a las naciones.

Jesús dijo que entre los nacidos de mujer, ninguno era mayor que Juan el Bautista, sino que incluso el más pequeño en el Reino es mayor que él (Lucas 7:28). ¿Por qué? Porque todos los profetas hablaron hasta Juan (Mateo 11:13). Ahora, Cristo ha venido, y nosotros estamos en Él. La era del misterio ha dado paso al cumplimiento.

¿Y qué es el espíritu de profecía? No es mera adivinación del futuro. No es misticismo. Es el testimonio de Jesús. Él es el centro, la sustancia y el tema de toda revelación. Como predijo Habacuc: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). Cristo es esa gloria. La piedra que desecharon los edificadores (Mateo 21:42-43) se está convirtiendo en el monte que llena toda la tierra (Daniel 2:34-35, 44-45)

Ahora, vamos. Hablamos. Vivimos como el pueblo profético de Dios, proclamando que Jesús es el Señor y que el Nuevo Pacto está aquí. El Antiguo ha pasado, el Nuevo ha llegado. El Espíritu está en nosotros, y ese Espíritu es el Espíritu de profecía.

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