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Devocional 26 Abril 2025

April 26, 2025 • Steve Torres
"Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES." (Apocalipsis 19:11-16, RVR1960)

A veces, cuando uno se encuentra en un lugar desconocido, es agradable encontrar un mapa publicado del lugar. Lo más reafirmante es el puntero en ese mapa que dice: “Usted está aquí”.

El cielo se abre, y el Rey victorioso cabalga hacia adelante. Cristo, Fiel y Verdadero, sale conquistando, no por la espada de los hombres, sino por la filosa Palabra de Su boca (Apocalipsis 19:15). Su nombre está inscrito: “Rey de reyes y Señor de señores”. No monta solo. Detrás de Él le siguen los ejércitos del cielo, vestidos de lino fino, blanco y puro: su pueblo redimido, la Iglesia (Apocalipsis 19:14; Efesios 5:27).

Esta visión es un eco del Éxodo: así como Dios iba delante de Israel en una columna de nube y fuego (Éxodo 13:21), ahora Cristo mismo conduce a Su pueblo a través del mundo. La Gran Comisión se cumple bajo su estandarte: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones… Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20). Su presencia no es una promesa lejana: es el latido mismo de su procesión conquistadora.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos del avance constante del Reino de Cristo. Cuando los primeros cristianos rescataron a niños expuestos de las calles romanas, cuando los creyentes movieron a los emperadores a poner fin a los juegos de gladiadores, cuando los monjes preservaron el conocimiento a través de la oscuridad de la Edad Media, cuando los abolicionistas lucharon para poner fin a la trata de esclavos, y cuando los misioneros plantaron escuelas, hospitales e iglesias en costas lejanas, cuando nos oponemos a las ideologías del mal en todo el mundo, todo ha sido la marcha hacia adelante de Cristo Rey, a través de Su pueblo.

No conquistamos con el poder mundano, sino con el Evangelio, la espada del Espíritu (Efesios 6:17). El reinado de Cristo exige la lealtad de cada nación, de cada tribu, de cada corazón. Como predijo Daniel, la piedra desechada por los hombres se ha convertido en el monte que llena toda la tierra (Daniel 2:35). Su reinado no es parcial. “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” (1 Corintios 15:25).

Hoy no estamos esperando a que Cristo comience su conquista: vivimos en la era de su campaña victoriosa. Cada acto de misericordia, cada palabra de verdad pronunciada, cada alma ganada para Él es un paso en el desfile de Su triunfo.

Le seguimos a Él, nuestro Campeón, nuestro Rey, llevando Su Palabra y brillando Su luz hasta que el conocimiento del Señor cubra la tierra como las aguas cubren el mar (Habacuc 2:14).

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