En Apocalipsis 19, Juan nos ofrece una visión asombrosa: Cristo Rey, cabalgando con los ejércitos del cielo, armado no con armas terrenales, sino con la espada de su boca, la mismísima Palabra de Dios. Este momento se hace eco de la antigua profecía de Ezequiel (Ezequiel 39:17-20), una profecía de la victoria decisiva de Dios sobre toda rebelión.
No se trata de un apocalipsis futuro. Es una realidad que se desarrolla ahora. Cristo, habiendo conquistado el pecado, la muerte y la tumba, guía a Su Iglesia fuera de la esclavitud como en un Nuevo Éxodo-no para vagar en rebelión, sino para marchar por el mundo, llevando el estandarte del Evangelio. Así como una vez el Señor guió a Israel a Canaán, ahora guía a Su Novia, vestida de lino fino, pura y brillante, a toda nación, tribu y pueblo.
La batalla es feroz, pero las armas son divinas. “La espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17), mata las mentiras del enemigo y derriba las fortalezas. Los imperios se levantan y caen, las falsas religiones se desmoronan y los sistemas mundanos se hacen polvo bajo el poder del avance de Cristo. Sin embargo, a diferencia de las guerras mundanas, esta conquista da vida: la Palabra de Cristo no conquista mediante el derramamiento de sangre, sino dando vida a los corazones muertos.
A lo largo de la historia, la Iglesia ha sido el poderoso ejército de Cristo, moviéndose por todo el mundo y transformando culturas a través del imparable Evangelio. Con cada alma redimida, cada injusticia enfrentada y cada ídolo derribado, el Reino de Cristo se expande.
La bestia y el falso profeta, los poderes mundanos y las falsas religiones engañosas, están destinados a la destrucción. Pero la Palabra de Cristo sigue adelante, conquistando, salvando y sometiendo. Como promete el Salmo 2, el Hijo heredará todas las naciones, y “el conocimiento de la gloria de Jehová cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14).
No somos espectadores inactivos; somos soldados en Sus filas. No marchamos por la fuerza ni por el poder, sino por Su Espíritu (Zacarías 4:6). Con la armadura de Dios puesta sobre nosotros, y la espada del Espíritu en nuestras manos, proclamamos: ¡Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos! (Apocalipsis 11:15)
Hoy, recuerda: tú formas parte de la Gran Conquista. Cristo te guía. Su Palabra te equipa. Su victoria es segura. ¡ Marcha adelante !