El apóstol Juan, en visión apocalíptica, ve descender del cielo a un ángel, imagen que resuena con autoridad y finalidad. En la mano, el ángel lleva no sólo una llave, sino también una cadena, símbolos del permiso y la restricción divinos. El objetivo: “la serpiente antigua”, el engañador de antaño, el mismísimo Satanás.
Jesús aludió a este momento durante su ministerio terrenal. En Mateo 12:28-29, declaró que el reino había llegado a la gente, y luego añadió: “¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.” Cristo ató a Satanás en Su primera venida, abriendo paso al avance de la iglesia. No se trata sólo de una esperanza futura, sino de una realidad presente. Cristo, crucificado y resucitado, ya ha triunfado.
Esta atadura no es aniquilación. Es restricción, “para que no engañase más a las naciones”, es un contraste con la Gran Comisión de la Iglesia, de “discipular a las naciones” (Mateo 28:19-20). La gran mentira que una vez cubrió la tierra ha sido traspasada por la luz del Evangelio. Satanás ya no es libre de engañar a su antojo: su reino se ha reducido, su poder ha disminuido y su derrota está sellada.
Sin embargo, la batalla continúa. El reino de Cristo avanza como Israel por Canaán, armado no con espadas de acero, sino con la Palabra de Dios, la espada del Espíritu (Efesios 6:17). “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). La Iglesia no retrocede, sino que avanza. “Las puertas del infierno no prevalecerán” (Mateo 16:18). Las puertas son estructuras defensivas, pero no pueden resistir el asedio de la Iglesia de Cristo.
No hay espectadores inocentes en esta guerra. Romanos 1 nos recuerda que la gente reprime la verdad, no por ignorancia, sino por rebelión, una reafirmación de las palabras de Jesús: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mateo 12:30).
La violencia, la persecución y la calumnia son los últimos recursos de un enemigo ya atado. Donde se proclama la verdad de Cristo, se deshace el mal. Como declara Isaías 54:17: “Ninguna arma forjada contra ti prosperará”. El dragón está atado, las cadenas son divinas, y el avance del evangelio es imparable-hasta que se revele la plenitud del plan de Dios.