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Devocional 15 Mayo 2025

May 15, 2025 • Steve Torres
"Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 22:3-5, RVR1960)

Los versículos finales del Apocalipsis se hacen eco de la restauración del Edén y del cumplimiento de todas las promesas del pacto. “no habrá más maldición”, porque Cristo ha cargado con la maldición por nosotros. Pablo escribe: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gal. 3:13-14). Por medio de la Cruz, se ha abierto el camino de regreso al Árbol de la Vida. Ya no caminamos exiliados de Dios, sino en comunión con Él, porque Cristo se convirtió en el maldecido para que nosotros pudiéramos llegar a ser los bienaventurados.

“Verán su rostro” (v. 4): esta frase no es sólo una promesa de visión física, sino de comunión profunda e íntima. La bendición sacerdotal de Números 6:24-26 anhelaba esto: “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti”. Ahora, esa bendición se realiza plenamente. Pablo nos dice: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.” (1 Cor. 13:12). Ver el rostro de Dios es la plenitud de la cercanía relacional; es el corazón mismo del amor del pacto. Pablo escribe de nuevo: “nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18).

El nombre de Dios en nuestra frente (Ap. 22:4) es el sello de identidad y obediencia. Lo que se ordenó a Israel en Deuteronomio 6 -ligar la ley a sus manos y frentes- se cumple ahora por el Espíritu, que escribe Su ley en nuestros corazones (Jer. 31:33). Le pertenecemos.

Y porque Él reina, nosotros reinamos con Él. Como dice Pablo que Dios “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef. 2:6). Su luz brilla ahora en nuestros corazones (2 Cor. 4:6), e incluso ahora, caminamos en la vida eterna (Juan 17:3). La muerte física ya no es una maldición, sino una transición de gloria a mayor gloria.

Job declaró: “Sé que mi Redentor vive” (Job 19:25), y el himno proclama con razón: “Porque Él vive, ya no hay temor”. La eternidad no es algo que simplemente esperamos: ha comenzado en nosotros. Vivimos en Cristo, y Él vive en nosotros. Su reinado ha comenzado, y el nuestro también. Estamos en el mundo, pero no somos de él. Somos personas eternas, que viven ahora a la luz del Cordero.

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