Apocalipsis 22:12-15 nos enfrenta a la sexta declaración de Jesús en este libro de que Su venida es “pronto” (Apocalipsis 1:1, 1:3, 3:11, 22:6, 22:7, 22:12) y lo repetirá una vez más en Apocalipsis 22:20. Esta repetición puede resultar inquietante para los lectores modernos; al fin y al cabo, han pasado casi 2.000 años. Pero si entendemos las palabras de Jesús a través de la lente tanto de las Escrituras como de la historia redentora, vemos que Su venida en juicio ya ha sucedido, y Su regreso final aún sucederá.
Jesús no estaba confundido. Lo que dijo lo dijo en serio.
En lugares como Mateo 16:28, les dijo a Sus discípulos que algunos de los que estaban allí no probarían la muerte hasta que lo vieran venir en Su reino. En Mateo 24:34, Él prometió que “no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Estas afirmaciones no se refieren al fin del mundo, sino a un juicio histórico y pactado: Su venida en juicio sobre Jerusalén, poniendo fin al orden del Antiguo Pacto. Esa primera venida culminó en el año 70 d.C., tal como Él dijo. La destrucción del templo marcó el final de la era antigua y la inauguración de la era de el Nuevo Pacto, en la que el Reino de Dios se establece en la tierra a través de la Iglesia.
Por eso, cuando Jesús dice: “Vengo pronto”, no habla de un rapto lejano, sino de un cambio inminente, el comienzo de Su reinado como Rey de reyes. Y ahora, vivimos entre ese comienzo (Alfa) y el final (Omega), el juicio final que aún está por llegar (Ap. 20:11-15).
Esta es la belleza y la tensión del “ya y todavía no”.
Demasiados cristianos viven sólo en el “todavía no”. Anhelan el cielo, pero viven en la derrota. Hablan de la gloria futura, pero descuidan el poder presente del Reino. Sin embargo, el Apocalipsis nos insta no sólo a esperar, sino a caminar.
Ya somos ciudadanos de la Nueva Jerusalén (Heb. 12:22). Ya tenemos acceso al Árbol de la Vida (Ap. 22:2). Ya entramos en la ciudad a través de Cristo, la Puerta (Juan 10:9). Ya vivimos a la luz de Su Cruz y de Su victoria. (Apocalipsis 5:10) Ya reinamos con Él como sacerdotes y reyes (Ap. 1:6).
Sí, todavía hay pecado fuera de las puertas (Ap. 22:15). Sí, el mundo sigue destrozado. Pero eso no significa que el Reino de Cristo esté ausente, sino que sus puertas siguen abiertas. No somos observadores pasivos esperando un día mejor, somos embajadores del Reino (2 Corintios 5:20), invitando al mundo a entrar por la Puerta, lavar sus ropas y tomar del Árbol de la Vida.
Así que no te retraigas (Hebreos 12:39). Vive el “ya”. Camina en santidad. Habla con la verdad. Lava tus vestiduras en la sangre del Cordero. Proclama el Reino, no sólo como una esperanza para mañana, sino como una realidad hoy.
Cristo ha venido. Cristo reina. Cristo vendrá de nuevo. Vivamos como ciudadanos de la Ciudad que es, y preparémonos para el juicio final que ha de venir.
-steve