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Devocional 27 Mayo 2025

May 27, 2025 • Steve Torres
"Por tanto, debemos prestar mucha más atención a lo que hemos oído, no sea que nos alejemos de ello. Porque, puesto que el mensaje anunciado por los ángeles resultó ser fiable, y toda transgresión o desobediencia recibió su justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Fue anunciada al principio por el Señor, y nos fue atestiguada por los que oyeron" (Hebreos 2:1-3, RVR)

El mundo rara vez nos aparta de Dios de un solo y violento tirón. La mayoría de las veces, sucede lentamente, en silencio. Como un barco que se suelta de sus amarras, empezamos a ir a la deriva, no por rebeldía, sino por negligencia. Y el autor de Hebreos nos advierte: “Presta mucha más atención”.

Jesús no es un mensajero más. Es el Hijo de Dios, la Palabra final y completa dirigida a la humanidad (Hebreos 1:1-2). Si incluso la Ley, pronunciada por medio de ángeles, tenía peso y traía juicio cuando era ignorada, ¿cuánto más debemos escuchar cuando Dios mismo habla por medio de su Hijo?

Nunca debemos olvidar que la Palabra de Dios no sólo es verdadera, sino que está viva (Hebreos 4:12). Es ancla y brújula. No cambia con la marea cultural. Cuando prestamos atención a Su Palabra, estamos atados a Aquel que no cambia, el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8).

Pero la distracción está en todas partes. Nuestro mundo es ruidoso. La familia, las carreras, las causas, el entretenimiento, incluso el ministerio: las cosas buenas pueden desordenarse cuando dejamos de alinear nuestros corazones con Cristo. Cuando no estamos alineados con él, nuestro reflejo de él se desfigura.

El Salmo 1 describe al bienaventurado como alguien que “medita día y noche” en la ley de Dios, no como un ermitaño, sino como un árbol fructífero plantado junto a corrientes de agua. Su vida fluye de la Palabra. Se nutre, se enraíza y florece mientras otros se marchitan en los vientos del cambio.

La historia de la Iglesia lo confirma: cada vez que la Iglesia va a la deriva, es porque ha dejado de escuchar la Palabra y ha empezado a hacerse eco del mundo.

Así que esta debe ser nuestra resolución: prestar más atención. No porque la Palabra de Dios sea frágil, sino porque nosotros lo somos. Fijemos nuestros ojos y nuestros corazones en Cristo, el ancla de nuestras almas (Hebreos 6:19), no sea que silenciosa y lentamente vayamos a la deriva.

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