# MOVED HERE!

Devocional 07 Junio 2025

June 07, 2025 • Steve Torres
"Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, como en el día de la prueba en el desierto, donde vuestros padres me tentaron al ponerme a prueba, y vieron mis obras por cuarenta años. Por lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: "siempre se desvían en su corazón, y no han conocido mis caminos"; como juré en mi ira: "No entrarán en mi reposo". Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado. Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra seguridad." (Hebreos 3:7-14, RVR1960)

El libro de Hebreos está lleno de advertencias, no para asustarnos, sino para despertarnos. No son amenazas destinadas a sacudir nuestra seguridad en Cristo, sino señales colocadas en el camino estrecho que conduce a la vida. Hebreos nos recuerda que, aunque somos salvos por la fe, esa fe no es una creencia pasiva, sino una lealtad viva que se revela a través de la acción.

Se nos recuerda que la generación que salió de Egipto vio señales y prodigios, pero no entró en el reposo de Dios por su incredulidad. Su fracaso no se debió a la falta de exposición a las promesas de Dios, sino a corazones endurecidos por el pecado. Hebreos 3 no solo cuenta una historia del pasado, sino que nos llama a poner a prueba el presente. Como escribió Pablo: “Poneos a prueba para ver si estáis en la fe; examinaos a vosotros mismos” (2 Corintios 13:5). No se trata de obsesionarnos con nuestros fracasos, sino de asegurarnos de que nuestra confianza en Cristo está viva, es real y fructífera.

Así como se dice que Jesús fue «hecho» o “se hizo” perfecto en Hebreos, no porque cambiara, sino porque se reveló tal y como siempre fue, lo mismo ocurre con nosotros. No nos convertimos en hijos de Abraham por nuestras buenas obras, sino que nuestras buenas obras revelan que ya lo somos. Como dijo Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Y así dice Santiago: “Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).

Este tipo de vida, arraigada en la fe y revelada en la acción, requiere perseverancia. El mismo Jesús dijo: “Pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mateo 24:13). La verdadera salvación no es un momento fugaz en el que se recita una oración, sino una vida de confianza segura y continua. Por eso Pablo escribe: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Filipenses 2:12-13). Estamos manifestando exteriormente lo que Dios está obrando en nosotros, no para ganar la salvación, sino como una muestra de su poder transformador.

No se trata de ganar la salvación, sino de vivir en la verdad de ella. Los que fueron sacados de Egipto murieron en el desierto porque sus vidas traicionaron sus corazones incrédulos. Aunque la llamada era a la Tierra Prometida, no solo a salir de Egipto. El mismo peligro existe para nosotros. Si afirmamos pertenecer a Cristo, “retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra seguridad” (v. 14). No como condición para la salvación, sino como prueba de ella.

Y no lo hacemos solos. Hebreos 3:13 nos recuerda: “exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy”. Nuestro camino de fe es una peregrinación compartida. El engaño del pecado es real, y nadie es inmune a la deriva de un corazón frío. Pero en comunidad, con el ánimo diario, nos ayudamos unos a otros a permanecer despiertos a la voz de Dios, atentos a sus promesas y activos en nuestra obediencia.

Así que ten ánimo. La vida de obediencia no niega el Evangelio, lo confirma. El descanso que Dios promete no está detrás de nosotros, sino que aún está por delante. Cristo ha pagado el precio para llevarnos a casa, no solo para sacarnos de la esclavitud, sino para llevarnos a la bendición de Su descanso. Deja que tu vida refleje ese viaje.

Share this post: