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Devocional 09 Junio 2025

June 09, 2025 • Steve Torres
"En cuanto se dice: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. Porque ¿quiénes, habiendo oído, le provocaron? ¿Acaso no fueron todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? ¿Y con quiénes se disgustó por cuarenta años? ¿No fue con aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad." (Hebreos 3:15-19, ESV).

El autor de Hebreos traza una línea sobria: los que se rebelaron, pecaron y desobedecieron eran, en última instancia, culpables de incredulidad. Sus acciones externas eran síntomas de un fracaso interno más profundo: no creían a Dios.

Esto se hace eco de la tragedia del Edén. La orden de Dios a Adán y Eva de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal no era arbitraria, sino protectora. Les advirtió que la muerte les seguiría, no solo la muerte física, sino la separación de la vida misma de Dios. Pero cuando Eva vio que el fruto era bueno para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir sabiduría (Génesis 3:4-6), no le faltaba comida, belleza ni sabiduría. Dios ya les había dado estas cosas. La mentira de la serpiente era que Dios les estaba privando de algo (Génesis 3:4-5). Y el pecado que siguió fue fruto de la incredulidad.

La fe no es simplemente creer EN Dios, es creer a Dios. Es confiar en que lo que Él dice que es bueno es bueno, que lo que Él prohíbe es verdaderamente destructivo, y que lo que Él ordena es para nuestro gozo. Fuimos creados para reflejarlo. Cada pecado es una falsificación de un regalo que Dios ya ha prometido, buscado de una manera que corta nuestra conexión con Él. Él no es un ladrón, por lo que nos enseña a trabajar y a confiar. Él no es un adúltero, por lo que nos llama a la fidelidad. Él no es un mentiroso, por lo que nos ordena decir la verdad.

Toda bondad fluye de Él (Mateo 7:11, Santiago 1:17). No podemos hacer nada bueno sin Él. Así que cuando luchamos contra el pecado, la verdadera lucha es una lucha de fe: ¿confiamos en que lo que Él dice es verdadero y suficiente (Mateo 4:4)? ¿Creemos que la obediencia conduce a la vida (Deuteronomio 30:19-20)? Cada caída en el pecado comienza con una falta de confianza en Él. Y el camino de vuelta no es el esfuerzo propio, sino pedirle más fe (Efesios 2:8-9).

No debemos endurecer nuestros corazones hacia Jesús, el Verbo hecho carne, que camina con nosotros, para ser un ejemplo para nosotros y ayudarnos en nuestro camino. Solo podemos ser fieles a Él teniendo fe en Él. Por lo tanto, debemos prestar mucha más atención a lo que Él nos manda y no endurecer nuestros corazones.

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