El autor de Hebreos establece un poderoso contraste entre el antiguo pacto y el nuevo: uno era una sombra, el otro la sustancia. Uno implicaba la sangre de animales y la repetición de rituales; el otro se centra en el sacrificio único y definitivo del propio Hijo de Dios. Y con este contraste, el autor nos invita a preguntarnos: si las antiguas costumbres tenían algún poder, ¿cuánto más eficaz es Jesús?
Esta lógica del “cuánto más” es un tema recurrente en toda la Biblia. Jesús la utilizó a menudo para ayudarnos a comprender la generosidad del Padre (Mateo 7:11; Lucas 12:24). Y ahora el autor de Hebreos la utiliza para mostrarnos el inmenso valor de la obra de Cristo en nuestro favor. Si la sangre de toros y machos cabríos permitía al sumo sacerdote entrar en la presencia de Dios solo una vez al año, ¿cuánto más nos abre el camino la sangre perfecta e inmaculada de Jesús, siempre?
Jesús no solo nos acerca a Dios, sino que hace lo que la ley nunca pudo hacer: purifica nuestra conciencia. Ninguna práctica religiosa, esfuerzo moral o rutina espiritual puede limpiar lo más profundo de nuestro corazón. Todas ellas son “obras muertas”, esfuerzos sin vida para ganar lo que solo la gracia puede dar. Pero Cristo, que se ofreció a sí mismo por medio del Espíritu eterno, nos limpia (total y eternamente) para que podamos servir al Dios vivo con libertad y alegría.
Que esta sea tu confianza hoy: Jesús ha hecho infinitamente más de lo que tú podrías hacer por ti mismo. Su obra es mejor, su acceso es más completo, su redención es eterna. No te conformes con sombras. Camina con valentía en la luz de Cristo, que es mejor en todos los sentidos.