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Devotional 18 Julio 2025

July 18, 2025 • Steve Torres

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"Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe." (Hebreos 11:7, RVR1960)

Hebreos 11 avanza en una secuencia intencionada. Abel dio testimonio de su fe mediante su muerte obediente. Enoc dio testimonio mediante su caminar fiel y fue llevado a la vida. Y ahora entra en escena Noé, dando testimonio mediante su acción perseverante. Su historia es una de las más conocidas de toda la Escritura, pero encierra verdades que a menudo se pasan por alto: la fe escucha, obedece, advierte y hereda. Y quizás lo más provocativo: persiste.

Noé es presentado como un hombre que fue advertido por Dios acerca de “cosas que aún no se veían”. Nunca había llovido. Nunca había habido un diluvio. Nunca se había producido un juicio a escala global. Pero Noé creyó en la palabra de Dios por encima de lo que veían sus ojos o de la cultura de su tiempo. Mientras el resto del mundo continuaba en la comodidad y la corrupción, Noé respondió con temor reverente y obediencia a largo plazo. Durante cien años construyó el arca, confiando en un futuro que nadie más podía ver.

Jesús nos dice que los últimos días antes del juicio sobre Israel serían «como en los días de Noé» (Mateo 24:37; Lucas 17:26). La gente comía, bebía, se casaba, y entonces el juicio cayó rápidamente. Pero aquí está el giro impactante: tanto en el diluvio como en la advertencia de Jesús, los que fueron llevados no eran los justos. Fueron ellos los que perecieron en el juicio. Los que quedaron atrás (Noé y su familia) fueron los que permanecieron para heredar un mundo purificado.

Esto desafía directamente la narrativa moderna del “rapto”, que sugiere que los justos serán arrebatados y los malvados permanecerán. Pero en el caso de Noé, ser “dejado atrás” fue la recompensa de la fe. El juicio se llevó a los corruptos. Los fieles se quedaron. Como dijo Jesús: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” (Mateo 5:5). O como repite el Salmo 37: “Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella.” (v. 29). Pablo se hace eco de ello, diciendo que Abraham sería “heredero del mundo” por la justicia de la fe (Romanos 4:13). En otras palabras, el patrón bíblico no es el del escapismo, sino el de la perseverancia. Dios no elimina a los fieles del mundo, sino que los preserva a través del juicio para que hereden lo que Él renueva.

Hebreos nos dice que Noé “condenó al mundo” mediante su obediencia. Su vida y su trabajo fueron una reprimenda para un mundo rebelde. No era solo un constructor, era un predicador, un “pregonero de la justicia” (2 Pedro 2:5). Su fe no era silenciosa. Daba testimonio. Y ese testimonio no era popular.

La fe siempre exige acción, especialmente cuando el mundo piensa que estás loco. Toda la vida de Noé fue un acto de protesta obediente. Y por eso, fue considerado justo. No fue arrebatado. Fue dejado atrás, para recibir lo que Dios había prometido.

Este es el modelo para nosotros. Como cristianos, no estamos llamados a escondernos ni a esperar escapar. Estamos llamados a actuar. A escuchar cuando Dios advierte. A obedecer cuando el mundo se burla. A construir incluso cuando nadie ve la tormenta. Y a través de eso, nos convertimos en herederos, no de un sueño lejano, sino del Reino de Dios que viene a la tierra.

Jesús advirtió: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35). La pregunta es si responderemos a esas palabras con el mismo temor reverente y la fe duradera que tuvo Noé. Porque la vida cristiana no es una vida de pánico o pasividad, es una vida de participación fiel en el plan redentor de Dios.

Así que no retrocedamos. Construyamos. Prediquemos. Creamos. Porque aunque el juicio viene al mundo, los que viven por la fe permanecerán y heredarán el mundo renovado.

Noé, nuestro tercer testigo de la fe, sigue hablando a través de sus acciones. Que tengamos oídos para oír.

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