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Devotional 23 Julio 2025

July 23, 2025 • Steve Torres

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"Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad." (Hebreos 11:13-16, RVR1960)

Hebreos 11 cuenta la historia de los santos que caminaron por fe, no por vista. En los versículos 13-16, se nos dice que Abraham, Isaac y Jacob murieron sin recibir el cumplimiento de las promesas de Dios, pero murieron en la fe. Aunque vivían en la tierra prometida, seguían siendo extranjeros, anhelando no solo la tierra, sino también una ciudad preparada por Dios (v. 16). Esperaban algo más grande: un reino celestial que recibieron desde lejos.

Este es un tema recurrente en Hebreos: si el antiguo pacto hubiera cumplido la promesa, no habría necesidad de uno nuevo (Heb. 4:8-9; 8:13). Los patriarcas entendieron que la plenitud de la promesa de Dios no estaba en Canaán, sino en Cristo. Jesús lo confirma cuando dice: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56). Sus ojos estaban fijos en el futuro, en Jesús, el mejor mediador de un mejor pacto.

Los patriarcas buscaban el país celestial, no una patria terrenal. Buscaban algo más que geografía, anhelaban el reinado de Dios, su presencia, su reino entre la humanidad (Jeremías 31:33-34, Apocalipsis 21:1-4). Jesús es quien da a conocer esta ciudad, él es quien acerca lo que antes estaba lejos (Efesios 2:13, 2 Pedro 2:10).

Aunque nunca llegaron a verlo, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios (v. 16). Honró su anhelo como verdadera fe. ¿Cuánto más, entonces, debemos vivir con gratitud y reverencia, habiendo recibido las promesas que ellos solo vislumbraron? Ya somos ciudadanos de la Jerusalén celestial (Heb. 12:22), y Jesús mismo ha preparado un lugar para nosotros (Juan 14:2). No nos alejemos (Heb. 2:1), sino prestemos mucha más atención al mensaje de Cristo. Los patriarcas anhelaban lo que ahora tenemos en nuestras manos. Dios estaba orgulloso de ser su Dios. ¿Viviremos de tal manera que Él esté orgulloso de ser el nuestro?

Los patriarcas siguen hablando como un testimonio más de una fe que ve lo invisible. Que tengamos oídos para oír.

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