El cruce del Mar Rojo es uno de los ejemplos más impactantes de fe en toda la Escritura. Delante de ellos, el mar rugía; detrás, el ejército del faraón se acercaba. Pero por fe, Israel avanzó sobre tierra seca, confiando no en su fuerza, sino en el Dios que los había llamado. Cuando Egipto intentó seguirlos (no por fe, sino por orgullo), se ahogaron. El mismo camino que salvó al pueblo de Dios destruyó a sus enemigos.
Esta es la línea divisoria de la fe: no todos los que recorren el camino sobreviven al viaje. Solo aquellos que confían en el Señor permanecerán en pie. No nos salva ser inteligentes, fuertes o valientes, nos salva aferrarnos a Aquel que abre camino donde no lo hay. Como Moisés dijo al pueblo tembloroso a la orilla del mar: “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” (Éxodo 14:14).
Una fe como esta no mira a las circunstancias ni a uno mismo. Mira al Dios que controla el viento y el mar, que gobierna la historia con la Palabra de su boca. Como nos recuerda Pablo: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9). Los israelitas no confiaron en su capacidad para escapar de Egipto, sino en la Palabra de Dios, y esa Palabra los llevó a la vida.
Esta historia es más que historia; es una imagen del evangelio. Como escribe Pablo en 1 Corintios 10:1-2, el paso de Israel por el mar es un bautismo, un paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida. Pero es un camino que solo la fe puede recorrer. El mismo mensaje que trae salvación al creyente trae condenación al incrédulo. Como dice Juan: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). La fe en Cristo es la única línea divisoria verdadera.
No podemos caminar con una fe prestada. Los egipcios vieron el camino de Israel y trataron de seguirlo, pero no siguieron al Dios que lo hizo. Cada uno de nosotros debe responder personalmente al llamado de la fe. No porque otros crean, sino porque el Dios que manda sobre los mares ha hablado. Al igual que los israelitas, debemos confiar en su voz, dar un paso hacia lo imposible y caminar sobre tierra firme, porque Él es fiel. Esta es una fe que no se basa en lo que se ve o en la fuerza, sino en la Palabra eterna de Dios. Esa es la fe salvadora. Ese es el único camino.
Los israelitas siguen hablando como testigos de una fe que da un paso adelante cuando la obediencia parece imposible. Que tengamos oídos para oír.