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Devocional 04 Agosto 2025

August 04, 2025 • Steve Torres

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"Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado." (Hebreos 12:2-4, RVR1960)

Por encima de todos los testigos de la fe enumerados en Hebreos 11, el autor dirige nuestra mirada hacia Jesús. Él no es solo otro ejemplo: es el “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). Él es el origen de nuestra creencia, quien la sostiene y quien la lleva a su gloriosa culminación.

Jesús soportó la cruz, no por mera obligación, sino «por el gozo que le esperaba». Él vio más allá del horror del Gólgota, hacia la redención eterna de su pueblo y la gloria del Padre. Enfrentó la agonía, la vergüenza y la hostilidad de los pecadores, no con amargura, sino con una resistencia decidida (Isaías 53:11; Filipenses 2:8-11).

La vergüenza de la cruz fue una humillación pública real, un rechazo brutal y una muerte maldita. Sin embargo, Él «despreció la vergüenza» (Hebreos 12:2), lo que significa que miró más allá de ella. La consideró como nada a la luz del gozo que le esperaba. Esto no es solo teología, es un llamado. El escritor nos exhorta: “Consideradle… para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (Hebreos 12:3). Jesús no solo sufrió: confió. Se entregó al Padre incluso en la muerte (Lucas 23:46), dejándonos un ejemplo a seguir (1 Pedro 2:21-23).

¿Y nosotros? El autor nos recuerda: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:4). Es una verdad sobria y motivadora: podemos sufrir, podemos sentirnos cansados, pero aún no hemos soportado lo que soportó nuestro Salvador. Ya sea la incomodidad de negar un deseo pecaminoso o el dolor de enfrentar la persecución, estamos llamados a seguir adelante, no por nuestra propia fuerza, sino porque Jesús ya recorrió el camino antes que nosotros y ahora lo recorre con nosotros.

Él está con nosotros siempre (Mateo 28:20), y su Espíritu nos fortalece para soportar, no con resignación sombría, sino con confianza llena de alegría en Aquel que venció a la muerte. Como escribió Pablo: “si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17), e incluso ahora compartimos Sus sufrimientos, llegando a ser como Él en Su muerte (Filipenses 3:10).

La perseverancia no es una tarea solitaria, es un camino compartido con el Señor crucificado y resucitado. Así que no te desanimes. Fija tus ojos en Jesús. Él perseveró. Y porque Él lo hizo, tú también puedes perseverar.

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