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Devocional 19 Agosto 2025

August 19, 2025 • Steve Torres

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“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1 Pedro 1:3–5, RVR1960)

Pedro abre con alabanza, bendiciendo a Dios quien en su misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva. Esta esperanza está viva porque Cristo mismo vive, habiendo resucitado de entre los muertos (1 Corintios 15:20–22). Desde el momento de nuestra salvación somos atraídos hacia lo celestial, apartados del mundo al cual hemos muerto (Gálatas 2:20).

Nuestra herencia, dice Pedro, es “incorruptible, incontaminada e inmarcesible.” Los tesoros terrenales se corrompen (Mateo 6:19–20), pero esta herencia está segura, reservada en los cielos y guardada por el poder de Dios. El mismo Dios que resucitó a Jesús (Romanos 6:4) ahora nos guarda hasta que la salvación sea plenamente manifestada. Esta es la misma visión que Juan contempló: un Reino que ya avanza y que espera su consumación, cuando “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15).

Hebreos concuerda, recordándonos que Dios en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (Hebreos 1:2), y que recibimos “un reino inconmovible” (Hebreos 12:28). Apocalipsis revela ese Reino en gloria, Hebreos proclama su superioridad y permanencia, y Pedro nos llama a vivir conforme a esa realidad. Más adelante escribe que aun los profetas y los ángeles anhelaron ver lo que ahora se nos ha revelado: Cristo mismo y la salvación en Él (1 Pedro 1:10–12).

Pablo también lo afirma: ya hemos sido trasladados al Reino de su Hijo amado (Colosenses 1:13–14), pero todavía aguardamos su plena manifestación (Romanos 8:18–21). Nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20), y por la fe perseveramos hasta que Cristo, el personaje principal de la historia, sea revelado nuevamente (Apocalipsis 1:1).

Nuestra esperanza está viva, nuestra herencia segura, y nuestra salvación guardada, porque Cristo ha resucitado y su Reino no puede fallar.

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