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Devocional 21 Agosto 2025

August 21, 2025 • Steve Torres

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“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:13–16, RVR1960)

Pedro pasa de celebrar la salvación (vv.3–12) a llamar a los creyentes a vivir esa salvación en la vida diaria. El “por tanto” une nuestro gozo en la redención de Cristo con el aspecto práctico de la vida santa. No sólo hemos sido redimidos: hemos sido transformados para parecernos a nuestro Padre.

Pedro comienza con una actitud de preparación: “ceñid los lomos de vuestro entendimiento.” Esta imagen de recoger las vestiduras antes de trabajar o de ir a la batalla nos recuerda que la santidad requiere disciplina. La vida cristiana no es pasiva; es activa, vigilante e intencional. Nuestra esperanza no está en nosotros mismos, sino “por completo en la gracia que se os traerá” en la venida de Cristo. La esperanza impulsa la obediencia.

Como “hijos obedientes”, nuestra identidad moldea nuestra conducta. Así como los hijos se parecen a sus padres, los hijos de Dios están llamados a parecerse a Él. La santidad no se trata de ganar la salvación, ya vimos en el versículo 9 que la salvación es el resultado de la fe. Más bien, la santidad es nuestra respuesta agradecida al don de Dios. Fuimos creados a Su imagen (Gén. 1:26), arruinada por el pecado, y restaurada en Cristo. Ahora debemos vivir conforme a esa imagen restaurada.

Pedro llama a la vida pasada “ignorancia.” Las viejas pasiones prometían libertad, pero están vacías. La verdadera sabiduría comienza con el temor de Jehová (Prov. 9:10). Vivir en santidad no es una fe frágil ni intelectualmente débil; es una búsqueda sobria y llena de gozo en Cristo.

La santidad, entonces, fluye de tres realidades: gratitud por la salvación, semejanza con nuestro Padre, y esperanza en la gracia futura. Porque Él es santo, Sus hijos también deben ser santos. Así que hoy, da un paso de obediencia (grande o pequeño) que refleje la santidad de tu Padre, y recuerda que Su gracia te sostiene en cada paso que des.

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