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Devocional 29 Agosto 2025

August 29, 2025 • Steve Torres

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“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9–10, RVR1960)

Pedro toma las palabras del pacto de Dios con Israel: “Vosotros me seréis especial tesoro… y me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éx 19:5–6; Dt 7:6). Lo que antes describía a una nación ahora pertenece a todos los que están en Cristo, quien es “la piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” (1 Pe 2:4; Sal 118:22). Así como Cristo es escogido, así también los que pertenecen a Él. Jesús dijo: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Jn 15:16). La salvación comienza no con nuestra decisión, sino con la misericordia y el llamado de Dios.

Pedro afirma que fuimos “llamados de las tinieblas a su luz admirable” (v.9). Esto se ilustra claramente en la resurrección de Lázaro: Jesús lo llamó por nombre, y el muerto salió de la tumba (Jn 11:43–44). La palabra griega para “iglesia,” ekklesia, significa literalmente “los llamados fuera” (Heb 13:13). La salvación es iniciativa de Dios: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1:13–14; Hch 26:18).

Pedro cita a Oseas para mostrar que aun nuestra identidad como pueblo de Dios es pura misericordia: “Tendré misericordia de Lo-ruhama [Sin Misericordia], y diré a Lo-ammi [No Mi Pueblo]: Pueblo mío eres tú” (Os 2:23; cf. Ro 9:25–26). Pablo declara: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro 9:16). La misericordia no se exige; fluye libremente de la voluntad soberana de Dios (Ro 11:32).

Somos escogidos y edificados como casa espiritual (1 Pe 2:5), llamados no solo a privilegio sino a propósito: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó.” Como Israel (Is 43:20–21), la iglesia existe para mostrar la gloria de Dios (Mt 5:14–16; Fil 2:15).

Esta verdad nos humilla y nos da valentía: somos trofeos de su misericordia, rescatados de las tinieblas para ser testigos radiantes. Vivamos como hijos de luz, proclamando sus virtudes hasta el día que veamos su gloria cara a cara (Ap 21:22–27).

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