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Devocional 30 Agosto 2025

August 30, 2025 • Steve Torres

1 Peter 2:11-12.jpg

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.” (1 Pedro 2:11–12, RVR1960)

Pedro continúa desarrollando su visión de la vida cristiana. Hemos visto el llamado a rechazar el engaño del mundo (1 Pedro 2:1), crecer por medio de la Palabra (v.2), y acercarnos a Cristo, la Piedra rechazada que es ahora la principal Piedra del ángulo (vv. 4–8). Estamos siendo edificados como casa espiritual y real sacerdocio (vv. 5,9–10), un pueblo apartado para Dios. Ahora Pedro se enfoca en cómo esta identidad moldea nuestra vida en el exilio: un llamado doble, interno y externo.

Primero, Pedro dice: “absteneos de los deseos carnales que batallan contra el alma” (v.11). Esta no es una advertencia ligera, sino lenguaje de guerra. Pablo habla de esta misma batalla en Romanos 7:23 y Gálatas 5:17. El exilio del creyente comienza en el corazón: el pecado debe ser resistido, y el Espíritu debe gobernar. Proverbios 16:32 declara que el que domina su espíritu es más grande que el que conquista una ciudad. La lucha interior es decisiva, porque allí es donde el señorío de Cristo echa raíces.

Segundo, Pedro manda: “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles” (v.12). Como Israel en Babilonia, los cristianos no son llamados a huir, sino a buscar el bien de su ciudad. Jeremías 29:4–7 revela la voluntad de Dios para su pueblo en el exilio: “Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed del fruto de ellos… y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.” La fidelidad no es pasividad, sino testimonio activo. Somos “extranjeros y peregrinos,” pero agentes de luz (Mat 5:14–16). La santidad es visible; incomoda a las tinieblas (Jn 3:19–20). Aun cuando nos difamen, nuestra vida debe dejar sin palabras a nuestros adversarios, de modo que en el “día de la visitación”, cuando Dios juzgue o salve, glorifiquen Su nombre (Fil 2:10–11; Lc 19:44).

Este ha sido siempre el patrón del pueblo de Dios. Los cristianos han estado dispuestos a perderlo todo por Cristo, incluso la vida, y al mismo tiempo edificar escuelas, hospitales, iglesias y legados de misericordia que hasta hoy dan gloria a Dios. Plantamos, servimos y construimos no porque este mundo sea inconmovible, sino porque el reino de Dios sí lo es (Dn 2:44).

Vivir como exiliados no es escondernos, sino luchar contra el pecado dentro de nosotros y reflejar a Cristo afuera. Así glorificamos a Dios: un pueblo santo en tierra hostil, firme porque su esperanza está anclada en el reino inconmovible de Cristo.

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