Pedro condensa la vida cristiana en comunidad en cinco cualidades: unidad, compasión, amor fraternal, misericordia y humildad. Estas virtudes no son opcionales, sino el fruto necesario de pertenecer al cuerpo de Cristo.
La unidad de mente no significa uniformidad. La iglesia no es una reunión de voces idénticas, sino de miembros diversos que confiesan al mismo Señor (1 Corintios 12:12–27). Aun Pedro mismo una vez falló, apartándose de los creyentes gentiles, y Pablo lo resistió “cara a cara, porque era de condenar” (Gálatas 2:11–14). La corrección de Pablo no fue para dividir, sino para restaurar la comunión a la verdad del evangelio. La unidad, entonces, debe estar anclada en Cristo y Su verdad, no en un acuerdo humano por sí mismo (Juan 17:21).
La compasión y el amor fraternal nos recuerdan que nuestro vínculo es más profundo que la opinión compartida: es la adopción que tenemos en Cristo. Nos gozamos con los que se gozan y lloramos con los que lloran (Romanos 12:15), llevando las cargas los unos de los otros (Gálatas 6:2). Un corazón misericordioso muestra que nuestra compasión no es superficial, sino que fluye del perdón que hemos recibido (Efesios 4:32).
En el centro, Pedro resalta que deberíamos ser amigables, esto es tener una “mente humilde.” La humildad es el suelo donde crecen todas las demás virtudes. El orgullo fractura la comunión, pero la humildad permite la corrección, la sanidad y el crecimiento. Aun los líderes deben estar dispuestos a ser reprendidos, como lo fue Pedro. Como recuerda Santiago: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Humillarnos es confiar en que Dios es Dios y nosotros no.
Miqueas preguntó: “¿Qué pide Jehová de ti? Solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). En la comunidad, esta humildad protege el amor, da lugar a la misericordia, y asegura que la unidad esté enraizada en la verdad. Vivir así es una prueba de fe: ¿nos aferraremos a nuestro orgullo, o confiaremos en el Dios que da gracia a los humildes? (1 Pedro 5:5–6).