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Devocional 16 Septiembre 2025

September 16, 2025 • Steve Torres

1 Peter 5:6-7.jpg

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:5–7, RVR1960)

Pedro nos recuerda que la humildad no es opcional en la vida cristiana, es el fundamento de todas nuestras relaciones. Los más jóvenes, sea en años o en la fe, son llamados a someterse a los más maduros. Como un aprendiz que aprende un oficio, los discípulos deben humillarse para recibir la sabiduría de aquellos que han caminado más tiempo con el Señor (Hebreos 13:17; 1 Corintios 11:1). Pero Pedro amplía el mandato más allá de los jóvenes: todos debemos “revestirnos” de humildad, cubriendo cada relación con esta prenda cristiana (Filipenses 2:3–5).

¿Por qué es tan vital la humildad? Porque Dios mismo se opone a los soberbios, pero da gracia a los humildes (Proverbios 3:34; Santiago 4:6). El orgullo destruye la comunión, pero la humildad une al cuerpo de Cristo (Efesios 4:2–3). Además, la humildad no solo trata de cómo nos relacionamos con los demás, también es cómo confiamos en Dios. Humillarse “bajo la poderosa mano de Dios” significa descansar en su tiempo. El avance en el Reino no viene por la ambición o la autopromoción, sino por el nombramiento de Dios. Las “promociones” son únicamente por su invitación, así como Él levantó a José de la prisión al palacio en el momento señalado (Génesis 41:41).

Pedro une la humildad directamente con la confianza: echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. El orgullo insiste en cargar con el peso del futuro, aferrándose al control. La humildad entrega esas cargas al Señor, confiada en que su mano no nos pondrá en el lugar equivocado en el momento equivocado (Salmo 55:22; Mateo 6:25–34; Filipenses 4:6–7). El cuidado de Dios no es distante ni abstracto: Jesús, el Buen Pastor, dio su vida por sus ovejas (Juan 10:11).

Por tanto, abracemos la humildad: aprendiendo de otros, rindiéndonos al tiempo de Dios y confiando nuestras cargas a su mano amorosa. En el momento preciso, Él mismo nos levantará.

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