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Devocional 17 Septiembre 2025

September 17, 2025 • Steve Torres

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“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1 Pedro 5:8–9, RVR1960)

Pedro nos advierte: la vida cristiana no es un terreno neutral. Nuestro enemigo ronda como león rugiente, listo para atacar donde la fe vacila. Pero fíjate cómo enmarca este mandato—justo después de decirnos que nos humillemos y echemos toda nuestra ansiedad sobre el Señor (1 Pedro 5:6–7). El orgullo y la preocupación nos dejan vulnerables; la humildad y la confianza nos hacen vigilantes.

Desde Edén, la pregunta del adversario siempre ha sido la misma: “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Génesis 3:1). El pecado, en su esencia, es negarse a confiar en la Palabra de Dios. Cada tentación susurra que Dios no es del todo confiable. Pero la fe responde con un rotundo “¡Sí, Él ha hablado, y Su Palabra es segura!” Por eso Pedro nos insta a resistir en la fe (Santiago 4:7; Efesios 6:16). La guerra espiritual no son fórmulas rituales ni rezos automáticos—es una dependencia diaria y humilde de Cristo.

Pedro también nos recuerda que no resistimos solos. Nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo están soportando las mismas pruebas. Este es nuestro herencia: compartir en los sufrimientos de quienes nos precedieron, todos siguiendo a Aquel que “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18). Los profetas, apóstoles, mártires y santos fieles resistieron no porque eran fuertes, sino porque confiaban en el Dios que resucita a los muertos (2 Corintios 1:9).

Así que, cuando sufrimos por nuestra fe, nos unimos a una gran nube de testigos—prueba de que pertenecemos a Cristo y a Su pueblo (Hebreos 12:1–2; Apocalipsis 12:11). Así como el oro es refinado por fuego (1 Pedro 1:7), nuestras pruebas muestran la autenticidad de nuestra confianza. Nuestro adversario busca devorar, pero nuestra Arca es segura—Cristo mismo, quien nos lleva a salvo a través de todo diluvio (1 Pedro 3:20–21; Colosenses 3:3).

Perseverar es confiar, y confiar es vencer. Tomemos nuestro lugar en la herencia de los fieles, con los ojos puestos en Jesús, hasta que el león rugiente sea silenciado para siempre.

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