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Devocional 3 Octubre 2025

October 03, 2025 • Steve Torres

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“Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta. Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2 Pedro 2:15-22, RVR1960)

Pedro no ahorra palabras al describir la ruina de los falsos maestros. Los compara con Balaam, quien estaba tan cegado por la codicia y el orgullo que no pudo ver al ángel de Jehová que se le presentó (Números 22:22–35). En un momento destinado a avergonzar a los soberbios, Dios abrió la boca de un asna para reprender al profeta, mostrando que aun los animales podían discernir lo que Balaam no podía. De la misma manera, estos falsos maestros se exaltan como guías espirituales, pero son menos entendidos que las bestias.

Pedro los llama “fuentes sin agua” (v. 17), que prometen refrigerio pero dejan las almas sedientas y secas. Sus promesas de libertad solo atan a otros más profundamente a la corrupción (vv. 18–19). En verdad, la libertad no se encuentra en desechar todo freno, sino solo en Cristo: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).

La advertencia más solemne viene al final: habiendo gustado el conocimiento de Cristo, vuelven a la suciedad del mundo. Como el perro que vuelve a su vómito (Proverbios 26:11) o la puerca lavada que vuelve a revolcarse en el cieno, prueban que el conocimiento sin transformación solo multiplica la culpa. Jesús dio la misma advertencia: “El estado postrero de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:45).

Somos llamados, entonces, a la humildad. El orgullo ciega, pero los mansos ven con claridad. El ejemplo de Balaam y de estos falsos maestros nos recuerda que debemos aferrarnos a Cristo, no solo de nombre, sino en la libertad transformadora que solo Él provee.

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