Pedro conecta este versículo con su declaración anterior: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros” (2 Pedro 3:9). Lo que nosotros percibimos como demora es, en realidad, misericordia divina: “la benignidad de Dios te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). Esa misma misericordia que retiene el juicio también nos concede tiempo para crecer en el entendimiento de Su Palabra.
Pedro hace algo notable: coloca los escritos de Pablo junto a “las otras Escrituras,” afirmando que incluso en su propio tiempo la Iglesia reconocía las cartas de Pablo como inspiradas divinamente. El mismo Pablo reconocía este origen divino al escribir: “Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu… no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu” (1 Corintios 2:10–13). La “sabiduría que le ha sido dada” no era humana, sino de Dios.
Sin embargo, Pedro también admite lo que muchos de nosotros confesamos en silencio: algunas cosas en las Escrituras son difíciles. Pero la dificultad no es un peligro, a menos que esté mezclada con el orgullo. El problema, dice Pedro, no es que la Escritura sea confusa, sino que algunos son “indoctos e inconstantes,” reacios a someterse al texto o al Espíritu que lo inspiró. Como la serpiente en Edén (Génesis 3:1-5) o el tentador en el desierto (Mateo 4:6-7), tuercen la Palabra para sus propios fines. Tal uso indebido no conduce a la luz, sino a la perdición (Judas 4; 2 Timoteo 4:3–4).
Por tanto, debemos ser “diligentes en presentarnos a Dios aprobados… que usan bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). La paciencia de Dios hacia nosotros es la misma paciencia que nos invita a estudiar, luchar y madurar. El Señor que demora Su regreso no está ausente; Él nos enseña a esperar y a crecer en entendimiento hasta el día en que Su Palabra sea plenamente revelada (Proverbios 2:1–5; 2 Pedro 1:19).
Recibamos, pues, tanto Su paciencia como Sus Escrituras con humildad, confiando en que el mismo Espíritu que inspiró la Palabra también la iluminará a su debido tiempo.