# MOVED HERE!

Devocional 13 Octubre 2025

October 13, 2025 • Steve Torres

1 Corintios 1:17.jpg

“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.” (1 Corintios 1:10–17, RVR1960)

El llamado de Pablo a la unidad no es sentimental; es espiritual. Los corintios ya habían sido “enriquecidos en Él en toda palabra y en toda ciencia” (v. 5), pero su conducta revelaba un corazón dividido. Habían permitido que los instintos del mundo entraran en la iglesia: el deseo de pertenecer al bando ganador, de seguir la voz más elocuente, de construir identidad alrededor de un líder y no del Señor. Pero la unidad que Pablo demanda no es acuerdo natural; es armonía sobrenatural nacida de estar unidos a un solo Cristo.

Cuando los creyentes dicen, “Yo soy de Pablo,” o “Yo soy de Apolos,” olvidan que ningún mensajero puede estar al nivel del mensaje. Pablo pregunta con fuerza: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros?” (v. 13). La absurda ironía es intencional: dividirse por quienes solo predican a Cristo es negar al mismo Cristo que nos une. El propio Jesús oró “para que todos sean uno… para que el mundo crea” (Juan 17:21). La credibilidad del evangelio está ligada a la unidad de la iglesia.

Pablo rehúsa participar en el culto a la personalidad. Da gracias a Dios de que pocos puedan jactarse de haber sido bautizados por él, no porque el bautismo sea insignificante, sino porque ningún nombre humano debe eclipsar el nombre de Cristo. Para Pablo, incluso la idea de que su predicación fuese alabada por su elocuencia le parecía una amenaza al poder de la cruz. “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (v. 17).

La unidad de la iglesia no se mantiene con discursos hábiles ni con liderazgos persuasivos, sino con la confesión compartida de que “Cristo murió por nuestros pecados… fue sepultado… y resucitó” (1 Cor 15:3-4). El mismo Espíritu que resucitó a Jesús nos hace un solo cuerpo (Ef 4:3-6). Esta es una llamada a la reflexión para la iglesia: ¿estamos siguiendo a nuestros líderes eclesiásticos porque nos están guiando hacia Cristo, o porque nos hacen sentir bien, inteligentes o moralmente superiores? Y un recordatorio para los líderes eclesiásticos: ¿estamos guiando a las personas hacia Cristo, o estamos participando en un concurso de popularidad, entreteniendo a las ovejas para que nos prefieran?

Recordemos que la unidad en Cristo no se edifica sobre la personalidad, la preferencia ni el desempeño, sino sobre el poder de la cruz. Donde Cristo es preeminente, la división muere, el orgullo calla, y Su iglesia permanece unida.

Share this post: