Devocional 14 Octubre 2025

La cruz representa la gran inversión de toda expectativa humana. El mundo ve derrota, humillación y debilidad; pero los que creen ven en ella el poder y la sabiduría de Dios. Las palabras de Pablo golpean el corazón del orgullo corintio, donde la elocuencia y el intelecto eran más valorados que la verdad. Para ellos, un Mesías crucificado era absurdo. Pero Dios dispuso la salvación precisamente por medio de aquello que el mundo desprecia, para que nadie se gloríe delante de Él (1 Cor 1:29).

Este siempre ha sido el patrón divino. Isaías declaró que el Señor destruiría “la sabiduría de los sabios” (Is 29:14). La razón humana no puede comprender la verdad divina sin revelación. Lo que los filósofos buscaron mediante debate y los escribas mediante estudio, Dios lo reveló a través de la aparente locura de la cruz. Como dijo Jesús, el Padre ocultó estas cosas de los sabios y entendidos, y las reveló a los niños (Mt 11:25).

En el evangelio, las categorías del mundo se derrumban. El poder de Dios se muestra en la debilidad (2 Cor 12:9); la sabiduría de Dios se revela en lo que parece insensato (1 Cor 1:25). La verdadera unidad nace aquí, en el lugar donde toda jactancia queda en silencio. La cruz no es un argumento que se gana, sino una realidad que se cree. Humilla al orgulloso, consuela al humilde y une a todos los que confiesan que Cristo crucificado es el Señor.

Vivir en esta sabiduría es vivir en unidad. El mundo se divide por estatus, intelecto y logros, pero la iglesia permanece nivelada al pie de la cruz, gloriándose sólo en el Señor (Jer 9:23–24; 1 Cor 1:31).