
El mundo siempre ha estado fascinado con el conocimiento secreto. Desde los escritos gnósticos de los primeros siglos hasta los modernos libros de “enseñanzas ocultas”, la humanidad sigue buscando esa llave perdida que promete iluminación. Algunos incluso usan las palabras de Pablo aquí para sugerir que el cristianismo guarda verdades más profundas reservadas para unos pocos: los espiritualmente avanzados que pueden manejar el “misterio”. Pero Pablo quiere decir lo contrario. Lo que estaba oculto ahora ha sido revelado en Cristo.
A lo largo de las Escrituras, la sabiduría de Dios se muestra como un misterio hecho manifiesto. Pablo llama a esto “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses 1:26). Lo que la humanidad nunca podría descubrir por razón o ritual, Dios lo reveló por medio de la cruz (Efesios 3:3–6). Los “maduros” no son una clase de élite, sino aquellos que han recibido al Espíritu, para que “conozcamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Corintios 2:12).
Cuando Pablo dice que esta sabiduría no pertenece a “los príncipes de este siglo”, nos recuerda que los orgullosos y poderosos no la comprendieron. Los gobernantes políticos y religiosos de su tiempo (los gobernadores de Roma, los sacerdotes de Jerusalén, y aun las fuerzas espirituales de las tinieblas) fueron ciegos ante el plan divino. En su ceguera crucificaron al “Señor de gloria”, y al hacerlo cumplieron el mismo propósito que se oponían (Hechos 3:17–18; Juan 12:31–32). La sabiduría de Dios está tan por encima de la astucia humana que aun Sus enemigos ejecutan Su voluntad.
Así que, el cristianismo no es una religión de misterios; es la revelación misma. Cristo no susurró la salvación en sombras, la proclamó desde una cruz. Lo que antes estaba velado ahora ha sido mostrado abiertamente. Para los orgullosos, esto parece locura; pero para los humildes, es el poder y la sabiduría de Dios (1 Corintios 1:24). La invitación no es a descubrir un secreto oculto, sino a contemplar la gloria de Aquel que estuvo oculto y ahora ha sido revelado para siempre.