
Las palabras de Pablo a los corintios no son simplemente una corrección teológica, sino un diagnóstico sobrio de inmadurez espiritual. Sus divisiones y celos no eran errores doctrinales, sino evidencia de que todavía vivían según la carne. Los creyentes en Corinto habían adoptado los estándares del mundo, midiendo la madurez espiritual por la elocuencia, el conocimiento o el éxito. Admiraban a los maestros talentosos y a los predicadores poderosos, pero Pablo los confronta con una verdad dolorosa: su orgullo revela su infancia espiritual.
No es la primera vez que Pablo lo dice. Desde los primeros capítulos, ha mostrado que cuando mezclamos la sabiduría humana con la verdad divina, vaciamos la cruz de su poder (1 Cor 1:17). La sabiduría de Dios no se revela por medio del logro humano, sino a través de la humildad: por medio de Cristo crucificado (1 Cor 1:23–24). Ser “espiritual”, entonces, no es ser elevado, sino humilde. Es andar con la misma mente de Cristo, quien “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Fil 2:5–8).
La imagen de Pablo de la “leche” y la “vianda” (que es alimento sólido) (v. 2) no es un insulto a los principiantes en la fe, sino un llamado a madurar en humildad. Los corintios todavía deseaban el reconocimiento humano, pero los que caminan por el Espíritu buscan únicamente la gloria de Dios (Gál 5:16–26). El “alimento sólido” del maduro no es nueva doctrina ni conocimiento secreto, sino una participación más profunda en la vida de Cristo, aprender a servir, perdonar y amar como Él amó.
El mundo recompensa el logro y celebra a quienes se elevan por encima de los demás. Pero Dios da gracia a los humildes (Sant 4:6). La humildad, no el éxito humano, es la señal de la verdadera madurez espiritual. Es la postura que nos permite recibir más de la verdad de Dios, como dientes que pueden masticar el alimento sólido de su sabiduría. Sin humildad, solo podemos beber la leche de la gracia sin saborear su plenitud.
Así, el desafío de Pablo aún resuena para todo creyente: ¿Estamos ocupados haciendo las funciones de la iglesia (enseñando, sirviendo, dando) sin crecer en la semejanza de Cristo? ¿Medimos la madurez por el logro o por la rendición? Madurar en la fe no es subir más alto, sino inclinarse más bajo, caminar en humildad y amor, y así participar más profundamente en la vida de nuestro Salvador Jesucristo.