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Devocional 25 Octubre 2025

October 25, 2025 • Steve Torres

1 Corintios 3:6-7.jpg

“¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” (1 Corintios 3:5-9, RVR196)

La verdadera señal de madurez espiritual no es cuánto sabe uno, sino cómo se ve a sí mismo y a los demás a la luz de la obra soberana de Dios. Después de señalar las divisiones carnales de los corintios, Pablo dirige su atención hacia los mismos hombres que estaban exaltando. “¿Qué, pues, es Apolos? ¿Y qué es Pablo?” Con esa pregunta, destruye su orgullo. Ni Pablo ni Apolos son el fundamento de la fe. Son simplemente servidores —diáconos— instrumentos por los cuales Dios trajo la fe. El Señor mismo determinó sus funciones y sus límites. Pablo plantó; Apolos regó; pero solo Dios hizo crecer.

Esta imagen del campo revela cuán poco poder tiene el esfuerzo humano sin la bendición divina. El que siembra y el que riega pueden ser fieles, pero no pueden dar vida. Solo Dios puede hacer brotar la semilla (Isaías 61:11). De la misma manera, Cristo declaró: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Toda conversión verdadera, todo acto de arrepentimiento, todo crecimiento en la fe es evidencia de Su gracia soberana, no de logros humanos. Cuando Pablo dice: “Ni el que planta es algo, ni el que riega,” no está despreciando el ministerio, sino poniéndolo en su lugar correcto bajo la autoridad de Dios.

La frase Theou esmen synergoi —“somos colaboradores de Dios”— nos recuerda que los ministros no son iguales a Dios ni socios en propiedad, sino siervos que le pertenecen. El énfasis en griego es posesivo: son obreros de Dios, y la iglesia es el campo de Dios y el edificio de Dios. Esta doble imagen conecta con la siguiente sección, donde Pablo describe la iglesia como el templo de Dios, construido sobre Cristo mismo (Efesios 2:19–22).

Para nosotros, la lección es clara: ningún maestro, predicador o líder es la fuente de la vida. La fe no es una obra humana, sino el resultado de la acción de Dios que da el crecimiento. Idolatrar al que planta o al que riega es malentender el milagro del crecimiento. La verdadera espiritualidad reconoce que cada siervo fiel comparte un solo propósito: glorificar a Aquel que da la vida. La Iglesia es Su huerto, Su casa, Su posesión. Y nuestro gozo no es ser el arquitecto, sino el siervo fiel que cultiva lo que le pertenece.

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