
En el antiguo pacto, la gloria de Dios descendía sobre un lugar específico: el tabernáculo en el desierto, y más tarde el templo en Jerusalén. Allí, detrás del velo, reposaba la presencia del Todopoderoso. El pueblo acudía al templo para acercarse a Dios. Pero en Cristo ha sucedido algo mucho mayor: el templo se ha movido. Por medio de Su muerte y resurrección, el velo fue rasgado (Mateo 27:51), y el Espíritu de Dios ahora mora en Su pueblo. Dondequiera que la iglesia esté, allí está el templo del Dios viviente.
La declaración de Pablo no se trata de una espiritualidad privada, sino del cuerpo de creyentes reunidos. El “vosotros” aquí es plural: vosotros todos sois el templo de Dios. Juntos formamos la morada de Su Espíritu (Efesios 2:21–22). Cristo es el fundamento, y nosotros somos piedras vivas edificadas sobre Él (1 Pedro 2:5). Esto significa que la santidad que antes se reservaba para un santuario físico ahora se espera entre el pueblo de Dios. La iglesia no es un lugar al que vamos, sino un pueblo entre el cual Dios habita.
La advertencia de Pablo es seria: “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él.” Dañar la iglesia por orgullo, división o falsa enseñanza es profanar lo que Dios ha santificado. El Espíritu de Dios es indivisible. Cuando los creyentes buscan estatus o superioridad, intentan dividir lo que no puede dividirse: la presencia misma de Dios. Por eso Pablo preguntó antes: “¿Está dividido Cristo?” (1 Corintios 1:13). Romper la unidad de la iglesia es golpear el mismo cuerpo de Cristo.
En cambio, los creyentes somos llamados a edificarnos unos a otros en humildad y amor. Como escribe Pablo en otro lugar: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:10). El templo de Dios se distingue no por la competencia, sino por la comunión; no por la gloria propia, sino por la gloria de Cristo. Porque la presencia de Dios no habita en edificios, sino en Su pueblo, y Su pueblo es santo porque Él es santo.
“El templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”