
Pablo continúa exponiendo cómo los corintios han cambiado la Sabiduría del Espíritu por la sabiduría del mundo. Su comportamiento refleja la creencia mundana de que la justicia se obtiene al hacer valer los propios derechos y ganar argumentos. Pero la preocupación de Pablo no es meramente sobre demandas judiciales; su carga es que los creyentes, aquellos que comparten el Espíritu y la mente de Cristo, están recurriendo a incrédulos para juzgar asuntos espirituales. La iglesia, el templo mismo de Dios, debe ser un lugar de discernimiento y reconciliación, no un reflejo de los sistemas del mundo. ¿Por qué, pregunta Pablo, aquellos que están destinados a juzgar al mundo buscan justicia entre quienes ya han sido juzgados por Dios?
Pablo menciona que los creyentes “juzgarán a los ángeles”, no para despertar especulación, sino para mostrar lo absurdo de sus acciones. Aquellos que comparten la autoridad y el juicio de Cristo no deberían acudir a quienes están bajo condena para resolver sus conflictos. Si los santos reinarán un día con Cristo, ciertamente pueden resolver sus propios desacuerdos en amor y verdad. Buscar el veredicto del mundo sobre asuntos espirituales es descender de la sabiduría superior a la inferior, de lo eterno a lo pasajero, del Espíritu a la carne.
Sin embargo, la tragedia más profunda no es que acudan a los tribunales, sino que tengan motivo para hacerlo. Están defraudando y engañando a sus propios hermanos en Cristo, algo totalmente opuesto al evangelio que profesan. Para una iglesia que se enorgullecía de sus dones y su sabiduría espiritual, esto es una acusación devastadora. Pablo declara: “es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos.” En el momento en que cambiaron el amor por el interés propio, la humildad por el orgullo, ya habían sido derrotados. Si un juez mundano pudiera ver que lo que se estaba haciendo era incorrecto, que ni siquiera el mundo toleraría lo que se estaban haciendo unos a otros, entonces estarían doblemente condenados, al igual que el hombre sexualmente inmoral mencionado en 1 Corintios 5:1.
La sabiduría del mundo dice: “Protégete a ti mismo.” La Sabiduría del Espíritu dice: “Niégate a ti mismo.” Pablo los llama a imitar a Cristo, quien no reclamó sus derechos, sino que sufrió el agravio por causa de la justicia (1 Pedro 2:23; Filipenses 2:5–8). Ser agraviado y soportarlo con paciencia no es debilidad; es el poder de la cruz hecho visible. Los corintios buscaban probar que tenían la razón, Pablo les recuerda que la justicia se halla solo en Cristo. Vivir por el Espíritu es amar aun cuando se nos hace daño, perdonar aun cuando se nos defrauda, y confiar en que Dios, el Juez justo, pondrá todas las cosas en su debido lugar a su tiempo.