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Devocional 11 Noviembre 2025

November 11, 2025 • Steve Torres

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“Todas las cosas me son lícitas,” mas no todas convienen; “todas las cosas me son lícitas,” mas yo no me dejaré dominar de ninguna. Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.” (1 Corintios 6:12–13, RVR1960)

Pablo revela el peligro de confundir la libertad con la indulgencia. Los corintios habían torcido su enseñanza sobre la gracia convirtiéndola en una licencia para pecar, citando frases como “Todas las cosas me son lícitas” para justificar sus deseos. Pablo no niega la libertad cristiana, sino que la redefine: la libertad en Cristo no es la eliminación del control, sino el poder de vivir con un propósito más alto. La verdadera libertad se niega a ser esclavizada por algo que no sea Cristo mismo.

Usa una analogía vívida (el vientre y la comida) para mostrar la diferencia entre lo temporal y lo eterno. Así como tanto la comida como el apetito desaparecerán, los deseos físicos de la carne no son lo último. Sin embargo, el cuerpo no es desechable ni carente de sentido; fue hecho para el Señor. Dios nos creó no solo para existir, sino para morar con Él, para ser templo de Su Espíritu.

La mayor tragedia no es el hambre, sino el hambre mal dirigida. Reconocemos fácilmente cuando nuestro cuerpo tiene hambre, pero raramente cuando nuestra alma está muriendo de inanición espiritual. El llamado del creyente es alimentar el apetito eterno: tener hambre y sed de justicia (Mateo 5:6). El cuerpo encuentra su cumplimiento más verdadero no en satisfacer deseos pasajeros, sino en la comunión con el Señor que lo redime y mora en él. La libertad en Cristo no es la libertad de hacer todas las cosas, sino la libertad de escoger aquello que nos acerca más a Él.

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