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Devocional 17 Noviembre 2025

November 17, 2025 • Steve Torres

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“Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios. Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios.” (1 Corintios 7:17–24, RVR1960)

Pablo desmonta una suposición muy común: que la santidad requiere un cambio de ambiente. La sabiduría del mundo dice: “Si quieres ser espiritual, busca una mejor situación.” Pero Pablo escribe: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga” (v. 17). La santidad no se descubre escapando de nuestras circunstancias, sino permaneciendo con Dios en ellas.

Los corintios pensaban que la espiritualidad se encontraba en condiciones alteradas: diferentes matrimonios, diferentes identidades, diferentes posiciones sociales. Pero Pablo los dirige a una verdad más profunda: Cristo es suficiente en toda circunstancia. Ya sea judío o gentil, siervo o libre, casado o soltero, el llamado de Dios no exige un nuevo ambiente; exige una nueva lealtad. Por eso Pablo dice: “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede” (v. 20), no porque las circunstancias sean sagradas, sino porque Cristo lo es.

El primer ejemplo de Pablo es la circuncisión. Algunos en Corinto pensaban que hacerse circuncidar los haría más espirituales, mientras que otros creían que borrar toda marca de identidad judía produciría el mismo efecto. Pablo responde que ambos se equivocan: “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios” (v. 19). La obediencia no es ceremonial; fluye de un corazón agradecido hacia Aquel que nos redimió (cf. Deut. 10:12–13; Miq. 6:8).

El segundo ejemplo es la esclavitud. Un siervo podría envidiar la libertad de otros; el libre podría jactarse de su posición. Pero Pablo reorienta a ambos grupos a la luz de la redención de Cristo: “El que fue llamado siendo esclavo, libre es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo” (v. 22). El evangelio dignifica a los humildes y humilla a los exaltados. Ninguna circunstancia determina nuestro valor. Cristo sí.

Pablo no enseña fatalismo. Él dice claramente: “pero si puedes hacerte libre, procúralo más” (v. 21). La mejora externa es buena cuando es posible. Pero destruye la mentira de que tal cambio hace a alguien más espiritual. La libertad en Cristo no el estatus social, es la verdadera liberación (Juan 8:36; Rom. 6:18–22).

Finalmente, Pablo resume: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca para con Dios” (v. 24). No necesitamos la “situación perfecta” para servir a Dios; necesitamos al Salvador perfecto que nos encuentra donde estamos. Nuestro llamado es sencillo: servir a Dios en el lugar donde Él nos ha puesto, confiando en que Su gracia basta para hoy.

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